martes, 3 de noviembre de 2020

MEMORIAS DE UN MÉDICO RURAL IV (escritas por Antonio Blanco)

 URGENCIAS: 

Por las noches, casi sin levantarme de la cama, distinguía si el aviso era urgente o muy urgente, Con solo valorar el tiempo transcurrido desde que se paraba el motor del vehículo hasta el momento y forma de pulsar el timbre

Aunque hayan pasado años desde entonces, y a pesar de la experiencia acumulada, aún hoy día, cuando suena el timbre o el teléfono y oigo que es un aviso urgente, paso por una especie de ansiedad, similar a la que soportan los toreros antes de ver la cara del bicho.

Ver con mis ojos el aspecto del paciente, analizar su tono de voz, y una pequeña descripción de los síntomas, me tranquilizan o me estresan aún más.

PABLO EL PASTOR Y LA VIBORA

Lo siguiente ocurrió el día 9 de julio de 1984. Un día luminoso pero fresco para el baño. Me encontraba con Seni en La Puente, rastreando por entre las ruinas del molino de tío Quico, cuando un joven desde lo alto del camino me gritó:

¡ D. Antonio, a Pablo el pastor,  le ha mordido una víbora en la pierna mientras saltaba un cercado  y está en su casa!.

No me imaginaba en qué estado lo encontraría. No tenía ninguna experiencia en estos venenos. Sabía que no había que succionar la herida, como en las películas del Oeste. Recordaba que había sueros antiofídicos de uso hospitalario y que lo del torniquete estaba en entredicho.  El camino hasta su humilde casa, en la parte alta del pueblo, cerca del corral de Beni se me hizo eterno, y eso que ese día había ido en coche. Os recuerdo que por entonces no existía el Dr. Google.

Cuando llegué a su casa, me encontré a Pablito sonriente, rodeado de mucha gente, había llegado él solo, en burro, y contaba una y otra vez como le mordió la víbora. La pierna estaba inflamada. Además, presentaba ligera fiebre y discreta disnea que yo achacaba a los esfuerzos parlantes del enfermo y al calor de la tarde.

Desconocía por inexperto, si trasladar a ese hombre al hospital o esperar y ver la evolución.  Tratamiento: pierna en alto, frio local y Urbasón. Pero, mientras aparentaba tranquilidad jugando la partida en el bar de Nicolás, temía que la pierna en alto, favoreciera la expansión del veneno, o que el exceso de frio local en un paciente con problemas circulatorios, empeorara la situación. Al menos le hice tres visitas en la tarde. El paciente creyó que lo hacía por cortesía, pero en realidad tanta visita, se debía a mi propia ignorancia en estos casos. En una visita le indicaba que continuara con el hielo y en la siguiente que lo dejara.

El hecho de que no empeorara durante la tarde, no me aseguraba que por la noche no continuara la mejoría y su traslado a Ávila se hiciera en peores condiciones.  Hasta que el bueno de Pablo tomó la decisión por mí y me dijo: Mire D. Antonio yo me encuentro bien y si me pongo peor le llamo por la noche.

Ya en mi casa, veía la pierna de todos los colores, dormí poco, y por la mañana madrugué más de lo habitual para ver a Pablo en su domicilio. La madre naturaleza (gran aliada de los que nos dedicamos a sanar) obró el milagro; aunque todavía con dolor, había mejorado y no hubo que llevarlo al hospital de Ávila.

 


 ZUBI


Angel Zubieta
, sufrió en la Semana Santa de 1985, una caída mientras pescaba. El resultado fue luxación de hombro. Me falló la teoría de que se podría reducir con solo colgar el brazo del respaldo de una silla. Agradezco que me perdonara los fuertes dolores que padeció, hasta que en Ávila consiguieron reducirlo bajo anestesia, por la fuerte contractura muscular que presentaba. En otra ocasión se clavó el anzuelo en un dedo. Como recuerdo suyo, siempre tengo unos alicates en el consultorio. Si continúa su afición a pescar, me imagino que se habrá hecho un seguro especial de pesca.

Siempre presumía de hijas guapas. Aunque, según me contó su esposa Vicen, su ojito derecho era su pequeño, al que durante un verano tuvo que ir a rescatar de un campamento en Hoyos del Espino, al segundo día del comienzo, por un cuadro de “mamitis”.

Si alguna vez os encontráis con Zubi, decirle que os cuente la historia de la “perra careta”. Merece la pena.


CENTRO DE GUARDIAS DE S. MARTÍN DEL PIMPOLLAR.

Eran guardias eternas. Desde las 4 de la tarde del viernes hasta las 9 de la mañana del lunes, en la dependencia del ayuntamiento habilitada. La instalación de un contestador automático nos permitía ir a comer a la Venta Rasquilla, o echar la partida de mus en el bar.

Aprovechaba las tardes de guardia para aprender a bailar sevillanas. Todavía hoy, cada vez que oigo ¡miralá cara a cara que es la primera! , recuerdo a Rebeca (hija de Fidel el alcalde) corrigiéndome los pasos y pases. Me facilitó la labor elaborándome una chuleta, que aún conservo. Nunca habréis visto bailar a un sevillano chuleta en mano, mirando más a la chuleta que a la cara de la chica. Lo cierto es que si tengo un compromiso social puedo salir todavía airoso gracias a mi chuleta y a la paciencia de Rebeca.

Bueno, dejo aquí la anécdota de un matrimonio de mediana edad, padres de dos hijos. Se presentaron en el centro a las cuatro de la madrugada. Preocupados porque esa misma noche, habían mantenido relaciones en su dormitorio con preservativo.

El hombre se había quedado dormido en la suerte y el preservativo había desaparecido. Hasta donde yo sabía no se desintegraban, así es que busca que te busca, por dentro y por fuera sin hallar resultado alguno.

 A los pocos días, mientras me invitaban a una cerveza en el bar de San Martín, me comentaron que su hijo pequeño lo encontró de forma casual, mientras jugaba en el tresillo, del salón, colocado detrás de un cojín.  ¿Cómo llegó hasta allí?.  Hicimos unas risas y me reconocieron que ya eran más cuidadosos a la hora de colocar objetos.

La segunda tuvo lugar el día 11 de noviembre de 1987. Eran las fiestas del patrón cuando a las 5 de la mañana llamaron al timbre del centro de guardias. Ya había sido advertido por Javier que hizo la guardia del día anterior, que un grupo de adolescentes, nos gastaban la broma de llamar al timbre para después perderse en la oscuridad de la noche.  

Pero esa noche sonó el timbre, abrí y vi ante mí a una pareja de pipiolos de unos 15 años. Consultaban ante el temor de la chica de que hubiera podido quedarse embarazada.

Esta angustia que para otros no es motivo de acudir a urgencias, para mi si lo es y justifica una urgencia nocturna. Bueno, después de una pequeña entrevista con ellos, logré tranquilizarles y hacerles ver que las posibilidades de embarazo eran remotas. Cuando ya abandonaban el centro, en medio de la confianza que les había dado, la chica se volvió sola y me preguntó que ella creía que su novio tenía el pene pequeño. Salí fuera del centro e invité de nuevo a entrar a su pareja, aunque solo fuera por satisfacer mi curiosidad. A veces también los médicos pecamos de curiosos. Y tras descubrirse el chico, descubrí que efectivamente, como en las esculturas griegas, su miembro viril era normal tirando a pequeño, sin llegar a ser micropene.   Al final no sé si les llegue a convencer, que lo importante no era el tamaño sino el buen funcionamiento del mismo. Al menos era lo que en su día y con anterioridad me había contado un mítico camarero de un céntrico hotel de Bejar apodado el “13 perras”. A los jóvenes les diré que una perra gorda era del tamaño similar al de un euro.

Mi ejercicio en Hoyocasero tuvo uno de los momentos más duros por mi vividos y por gran parte del pueblo: 

MUERTE DEL ALCALDE

Entre las urgencias mortales, nunca olvidaré la de Florentino de 43 años, nombrado alcalde el día 14 de enero de 1986.

El día 21 de enero de 1987, amaneció frio, lluvioso y desapacible. Había nevado dos días antes y aun no se había deshecho toda la nieve. Pasaba tranquilamente la consulta, cuando alguien me avisó desde el pasillo, que habían encontrado a Florentino tendido en su establo. En esos momentos se me heló el corazón y acudí corriendo hasta el establo, situado no lejos de la Fonda de Felisa. Lo encontré entre dos vacas, semiacostado contra la pared, envuelto en una profusa sudoración, entre una mezcla de orines, muñigas, barro y paja.  Vestía un mono azul y unas botas totalmente embarradas. Desconocía hasta entonces su faceta como pequeño ganadero.

Con esos síntomas: Sudoración profusa, seminconsciente, hipotenso, prácticamente en shock y, sin responder a preguntas. Únicamente emitía un leve quejido. Le di importancia a la desviación de la comisura bucal, que una pupila fuera mayor que la otra (anisocoria) y que sus ojos entornados miraban a la lesión como dicen los libros. El diagnostico lo supuse fácil, pero el pronóstico difícil de hacer y menos compartirlo con Vale (su madre).

Lleno de angustia e impotencia, hasta que llegó la ambulancia de Navarredondilla, casi una hora después. Logré tras varios pinchazos cogerle una vía y no pude hacer más.

Eran tan pocos los medios de los que disponía, que otra imagen imborrable que tengo es la de Pedro concejal por CDS con Florentino y otra persona, portaban la mesa de exploración del consultorio mientras bajaban por la vereda del Reventón.

 Diagnosticado en Ávila de hemorragia cerebral extensa, fue trasladado tras su estabilización a los pocos días al servicio de neurocirugía de Salamanca, donde, a pesar de ser intervenido quirúrgicamente, falleció el día 5 de febrero de 1987.

Durante la ceremonia del multitudinario funeral, celebrado al día siguiente en Hoyocasero, mientras D. Victorio se dirigía a los asistentes, mi mente recordaba que escasos meses antes, en uno de mis paseos, coincidí con el propio Florentino que salía del nuevo cementerio en construcción con el arquitecto Javier Perandones de Arenas de San Pedro. Él fue quien hizo el proyecto de las dos obras a las que la nueva corporación había dado prioridad. Mientras caminábamos hacia el pueblo nos recordaba que únicamente había ido al consultorio para que le extrajera un cuerpo extraño en un ojo.

Quién nos iba a decir a todos, que los restos de nuestro alcalde, serían de los primeros en ser inhumados en el nuevo camposanto.  Y digo de los primeros, porque durante la semana anterior hubo otros tres fallecimientos, debiéndose celebrar dos en un solo día. Realmente una semana trágica.

Alguien me dijo que los meses con “r”, son los peores en lo referente a un aumento de la frecuencia de eventos cardiovasculares. Yo mismo lo he podido corroborar a lo largo de mi carrera.

Otra desgracia ocurrió cuando el joven Jesús, “Vichina”, murió asfixiado como consecuencia de un desprendimiento de tierra, mientras trabajaba en un chalet en la subida al pueblo. Tuve que auxiliar en la autopsia al forense venido de Ávila. No fue nada agradable y menos teniendo en cuenta que se trataba de una persona joven.

Menos graves fue la triple fractura y luxación de codo izquierdo de Coloma, al caerse desde un tejado, el día 21 de octubre de 1984.


 

Terminaré con una urgencia más gratificante:           

A primeros de marzo de 1984, a las dos de la madrugada suena el teléfono. La voz de un hombre preocupado me dice: “Mire doctor, llamo desde Cepeda de la Mora porque mi mujer se ha puesto de parto, hemos valorado ir al hospital, pero con la nevada caída, Menga posiblemente esté con cadenas y quizás tuviéramos que regresar al pueblo.

 Os confieso, que en ese momento me quedé pálido, y le hubiera pagado al buen hombre para que intentara llegar al hospital. Me armé del valor que me quedaba, introduje en el coche los tres tomos de obstetricia y ginecología y mientras conducía, repasaba mentalmente las fases del parto. Cuando llegué en medio de una buena nevada, me encontré además del marido de la parturienta, con dos vecinas que entraban y salían de la casa llevando agua y esponjas. Sin duda sabían más que yo del asunto.

 Parecía que la niña estaba esperando mi llegada para nacer. Y así fue.

Tomé conciencia de la expresión “asistir al parto”, porque no hice prácticamente nada más que eso, como espectador de lujo. Corté el cordón umbilical y comprobé la integridad de la placenta. Di gracias a Dios por haberse tratado de un parto normal sin ninguna complicación.

Estoy convencido que detectaron mi inexperiencia, cuando una de estas mujeres en señal de agradecimiento, me colocó dos chorizos en el asiento posterior, justo al lado de los libros.

Cuando volvía a Hoyocasero recapacitaba que, aunque esta profesión tiene momentos duros, esa noche había tenido la gran fortuna de asistir al milagro de la vida y la llegada de un nuevo ser a este mundo.

Al girar a la altura de la venta del Obispo me crucé con el Jeep de la guardia civil. Les expliqué a Francisco y Nicolás de dónde venía y casi regañándome me dijeron que cuando la carretera estuviera en malas condiciones no dudara en llamarles para que me transportaran en su Jeep 4 x 4. Algo que agradecí.

Aquí dejo un deseo que me gustaría cumplir:  conocer a una “Niña nacida el 3 de marzo de1984 en Cepeda de la Mora”. No creo que haya muchas.

Continuará….

3 comentarios:

  1. Yo nací el 10 de marzo en san martin de la vega del Alberche creo que soy yo pero no se seguro por que po e cepeda de la Mora

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    1. Buenas noches, en la primera publicación por error se puso que era Cepeda. Pero está acreditado que es San Martín de la Vega del Alberche. ¿te importaría escribir un email a danzashoyocasero@gmail.com? ¡Gracias!

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  2. Pues si soy yo la verdad que no esperaba encontrar una publicacion de ese dia quisiera saber si hay un libro para poder comprarlo o como hacerme con ello gracias

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