miércoles, 25 de noviembre de 2020

MEMORIAS DE UN MÉDICO RURAL VII (Superación)


A lo largo nuestra vida nos vamos a encontrar acontecimientos que nos pueden resultar tristes o dolorosos, estos pondrán provocar un sufrimiento que a buen seguro trastocarán nuestro optimismo, incluso nuestras ganas de seguir. Pero, como escribe Arantxa Alvaro Fariña para la Mente es Maravillosa "el secreto está en saber afrontar la adversidad y en cómo nosotros dejamos que nos afecten esos acontecimientos, cómo los asumimos y los gestionamos para que no nos paralicen, ni nos hagan perder la ilusión de vivir".


Seguro que todos conocemos a personas que ante una situación difícil saben sacar lo mejor de sí mismas y mostrarnos su mejor sonrisa, esas personas son denominadas "resilentes" y de esas personas debemos aprender para que no nos superen las emociones negativas.

Estoy convencida de que cuando veáis el siguiente vídeo vais a localizar y reconocer a muchos "resilentes", todos los que salen en él nos enseñaron una lección de superación y de crecerse ante las adversidades.


Vídeo procesión Virgen de las Angustias 1985.


 
Antonio no quiere que pensemos que los momentos de adversidad en Hoyocasero le marcaron más que los buenos, por lo que tras publicar la pasada entrada, me llamó para pedirme que publicáramos los vídeos de las fiestas de la Virgen de las Angustias de ese año (1985), el del campeonato de Calva y el partido de fútbol (estamos prácticamente iguales). Todos los que le conocen saben que es una persona super activa, alegre y optimista. Tiene una memoria privilegiada, con su conversación fluida te lleva a su terreno rápidamente, por lo que tras hablar con él un rato, a buen seguro que le habrás dado la razón en lo que te haya propuesto.


Aprovecho esta breve entrada para deciros que el parto al que asistió fue en San Martín de la Vega del Alberche, y que él acudió durante la noche del 9 de marzo de 1985 si bien la niña fue inscrita el día 10 porque ya fue de madrugada. Gracias a la colaboración de los vecinos de Cepeda de la Mora, San Martín de la Vega y de Hoyocasero hemos localizado a la "niña" quién en la actualidad reside en una localidad segoviana.
Antonio con Maradona

Antonio, ya está inmerso en su siguiente relato, ahora dice que viene lo mejor..., nos tiene a todos en ascuas.








viernes, 20 de noviembre de 2020

MEMORIAS DE UN MÉDICO RURAL VI (Escritas por Antonio Blanco)

 Horacio, en el año 65 a.c., dijo:"La adversidad tiene el don de despertar talentos, que en la comodidad hubieran permanecido dormidos"

Nuestro relator, también tuvo sus momentos difíciles en la localidad, hoy nos encontramos con las vivencias que a él le resultaron más amargas. 

Dicen que hay que tener empatía, es decir ponerse en lugar del otro para entenderlo, cuando hoy revivamos con él esos momentos a buen seguro que entenderemos sus desvelos y su lucha constante por mejorar.

Vista Aérea de Hoyocasero

En dos ocasiones estuve tentado de irme a vivir fuera del pueblo.

La primera fue cuando en enero de 1985, al igual que en enero del año anterior, se congelaron las tuberías. Mis peticiones al Ayuntamiento para que fueran forradas fueron desestimadas.  Con el agravante de que, en ese mismo mes, me fue denegado el lote de leña por no estar empadronado, aunque pernoctara y pasara todos los días en el pueblo.

    Según el secretario del Ayuntamiento, el pueblo disponía de una economía más que saneada gracias al Pinar. Su respuesta era siempre la misma: “Con los ingresos que genera el corte de un pino, se arregla lo que haga falta”. Era la teoría porque, en realidad, ni se había remodelado el consultorio ni se había abordado el problema de las tuberías de mi casa-consultorio.

     La segunda ocasión vino como consecuencia de lo siguiente:

    El problema del centro de Guardias en S. Martín del Pimpollar.

 El malestar entre los cinco médicos de la zona iba en aumento contra una Administración que nos negaba medios materiales, de transporte, falta de personal de enfermería y sobre todo, a lo que no estábamos dispuestos, era a continuar con la esclavitud horaria del servicio durante 24 horas.  

El día 24 de junio de 1985, Juan Carlos, Rocío, Javier y yo mismo, fuimos recibidos en Valladolid por Joaquín Estévez Lucas, alto cargo de la Junta de Castilla y León.  Nuestra aspiración era conseguir un centro de guardias y un horario de trabajo como cualquier trabajador.

Nuestra solicitud fue tenida en cuenta y en julio de 1985, se puso en marcha el centro de guardias en S. Martín del Pimpollar. 

De nuestras reivindicaciones tuvieron conocimiento tanto Pedro, como alcalde, como Fernando, secretario del ayuntamiento de Hoyocasero..  A ellos se lo comuniqué personalmente.

Centro de Guardias De San Martín

 Desconozco como se negoció el asunto en el Ayuntamiento, pero lo cierto es que Fidel, alcalde de San Martín del Pimpollar, anduvo más listo. Hizo valer ante las autoridades sanitarias que su pueblo era el más próximo al centro natural de la zona y en breves días, acondicionó parte de su ayuntamiento para convertirlo en centro de guardias. Los médicos aceptamos su propuesta, e iniciamos las guardias centralizadas.

Las autoridades sanitarias provinciales recibieron a Pedro y Fernando, quienes expusieron sus quejas por considerar que Hoyocasero tenía más mérito que S. Martín del Pimpollar, en la ubicación del centro.

Fui llamado a capitulo por mis jefes en Ávila, para que aplacara los ánimos del pueblo. Mis superiores, Genaro Maté y Miguel Mínguez, habían sufrido una retención días antes por parte de los vecinos de Casillas (Valle del Tiétar), por un asunto similar. No Querían verse de nuevo en las portadas de los periódicos y decidieron que fuera yo, quien diera la explicación al pleno municipal.  Quizás les disgustó que fueran puenteados y nuestros problemas los exhibiéramos directamente en Valladolid.

Cuando a instancia de mis superiores, el 10 de septiembre de 1985 acudí al ayuntamiento para dar una explicación al Pleno, lo encontré abarrotado de gente, muchos forasteros por la coincidencia próxima a la fiesta del pueblo, con gente mayor y niños en la escalera. Desde el primer momento, pensé que la explicación la debería haber dado el alcalde, el secretario o mis jefes, pero nunca yo, que me consideraba un simple trabajador.

En la exposición de los hechos, les informé de las reuniones que los médicos habíamos tenido con nuestros compañeros de las zonas limítrofes (Burgohondo y Navarredonda). A ellos tampoco les interesaba admitirnos en sus Zonas Básicas de Salud y fuimos rechazados.

 Acabé apesadumbrado de una reunión en la que se me acusó de ser el responsable de tal decisión. Algo incierto, pues a nadie, más que a mí, hubiera interesado que dicho centro se hubiera ubicado en Hoyocasero.

Bien entrada la noche, en las proximidades de mi domicilio coincidí con un miembro de la corporación, precisamente de los que se mostró más beligerante conmigo durante la reunión. Después de una larga conversación sin testigos, me hizo ver lo complicado que es tener responsabilidades políticas en un pueblo pequeño, donde por encima de las ideas políticas están los lazos de amistad o enemistad no solo tuyos sino de tus padres, hermanos o hijos.

 Acepté sus disculpas y aunque mi conciencia estaba tranquila, pensaba en Javier, que al no vivir en el pueblo se evitaba estos disgustos.

Siempre creí y así lo manifesté en la reunión del ayuntamiento que, con el tiempo, tanto Hoyocasero como Navalosa, acabarían integrándose en el centro de salud de Burgohondo. Con el tiempo, se vino a confirmar mi premonición.

A pesar de todo, seguí viviendo en Hoyocasero. Con Florentino como alcalde se remodeló el consultorio, Seguí disfrutando de mis amigos y atendiendo sus urgencias las 24 horas del día, pero ya sin tener que pedir favores a mis compañeros cuando me ausentaba.

Por extraño que parezca, años después me tocó vivir la misma situación, en Villavieja de Yeltes (Zona Básica de Salud de Vitigudino). Con incidentes aún más graves. Parecía que un maleficio me perseguía, pero ya había aprendido la lección: “Los cargos con las cargas”.  Fueron los gerentes los que se explicaron y yo me dedique a trabajar que era lo mío.

 Incidente

En el mes de junio de 1987, pude sufrir un accidente en la curva de acceso al pueblo. Las obras que el ayuntamiento estaba realizando obligaron a cortar dicho acceso. Todavía me acuerdo del iluminado que señalizó dicho corte en ese lugar, sin aviso previo del mismo, con escaso margen de maniobra y a partir de media tarde con un bidón en el centro. No sé si para que se viera mejor o para asegurar el accidente.

Lo grave fue que desde que puse el aviso a las 9 de la mañana, tanto en el cuartel de la Guardia Civil
como en el Ayuntamiento, no se corrigiera dicha señalización hasta las 8 de la tarde.

Al día siguiente, me vi obligado a denunciar el hecho ante la Jefatura Provincial de Tráfico. Todavía conservo las alegaciones que presentó el Ayuntamiento. Si las conservo es porque no tienen desperdicio.

Dejo el video, para que al menos los vecinos se acuerden de mí, cada vez que pasen por ese lugar.



 Asdrúbal y Pancho

En 1987 la Junta de Castilla y León estableció la BRIF del Puerto del Pico contra incendios. Dotada de un helicóptero, cuyo conductor era Pancho y Asdrúbal su auxiliar de mantenimiento. Gracias a ellos, puedo compartir hoy con vosotros, las imágenes grabadas entonces desde aire.


 


Continuará…

miércoles, 11 de noviembre de 2020

MEMORIAS DE UN MÉDICO RURAL V (Escritas por Antonio Blanco)

 

CAPITULO 5.  LOS COMPAÑEROS.

 Dijo William Shakespeare: "Guarda a tu amigo bajo la llave de tu propia vida"

Juan Carlos, Antonio y Harpo
        Emoción

Por desgracia, mi compañero en Navalosa Juan Carlos, falleció en el año 2000, víctima de un puñetero cáncer.  Cada cumpleaños le recuerdo porque había nacido un día antes que yo.

A Rosa, su viuda, no le quedó más remedio que echarle valor a la vida y sacar adelante a sus seis hijos.

 

 

  Hay cosas que nos hieren los recuerdos y otras que, aunque quieras no se olvidan.  Con su marido en la memoria y el recuerdo de unos hijos que disfrutaron poco del padre, para mí ha sido gratificante saber que Marta, Esther, Juan, Miguel, Lucía, y Ana son universitarios bien situados. Han sabido agradecer los esfuerzos de su madre y hasta la han hecho abuela.

Dicen que con el tiempo nos cambia el físico, pero no la voz.  Cuando esta semana pasada, al descolgar el teléfono oí la voz de mi compañero Javier, tanto tiempo después, la identifiqué inmediatamente como aquella con acento madrileño que nos criticaba al resto por estar demasiado enganchados al pueblo, o me comunicaba mi nuevo destino en Vitigudino. Había tenido conocimiento de este blog y estaba dispuesto a colaborar en el encuentro de la niña de Cepeda. Estuvimos más de una hora hablando y aun hubiésemos seguido de no ser por las obligaciones familiares de cada uno. 

Sin más preámbulos paso a desarrollar el capítulo como lo tenía concebido.


Compañeros.

Para no ser desconsiderado con aquellos que favorecieron mi labor como médico entre vosotros, tengo que reconocer que no solo me levantabais a mí por la noche, sino también a José Miguel, que se encargaba de la farmacia de Hoyocasero.

También José, marido de Celia y médico de Navalacruz, que por motivos familiares pasaba muchas tardes en el pueblo, tuvo que resolver algún que otro caso urgente.   

Mis compañeros médicos de los pueblos cercanos eran: Juan Carlos Asensio, vallisoletano y médico de Navalosa. Excelente profesional y mejor persona.   Su esposa Rosa, abandonó por amor, una cotizada plaza de enfermería en Valladolid para estar con su marido. Por proximidad, pasaba muchas tardes con ellos y con Carmen, la nueva farmacéutica a quién en ocasiones visitaba su novio Alejandro. Un día Carmen les regaló un jovencísimo mastín negro al que llamaron “Harpo”, hijo de su “Aza” que abultaba más que ella.

Aprovechaba las tardes primaverales, para ir haciendo footing hasta Navalosa. Aunque en realidad, solo corría cuando pasaban los coches, en plan exhibicionista, el resto lo hacía andando y siempre bajo la atenta mirada de mi perrita que se apartaba de la carretera en cuanto oía algún vehículo. Los kilos que perdía en el camino, los ganaba con los buenos embutidos de su despensa. 


Marta
su primera hija nació en julio de 1985 y a ella siguieron cinco hijos más.  Todos aceptaron con gran resignación cristiana, la muerte temprana en el año 2000 de mi buen compañero Juan Carlos.

En S. Martín del Pimpollar ejercía Rocío Diez, madrileña aunque con raíces familiares en León.  era la más joven de todos. Vivía a la entrada del pueblo en la casa del médico acompañada de su perrita “Pelines”. Era una mujer independiente y cercana con los compañeros. Con un buen ojo clínico. Tener que acceder a Hoyos de Miguel Muñoz (el pueblo más alto de Castilla y León) por un camino nevado e intransitable, la convirtió en una experta conductora en nieve.  Lo hacía en su flamante Scort Rojo y a velocidades que ninguno de los demás éramos capaces de seguir. 

Su valor quedó demostrado cuando tuvo que detener la consulta en Hoyos de Miguel Muñoz como consecuencia del dolor provocado por un cólico nefrítico. Entre paciente y paciente se inyectó un nolotil intravenoso que le permitió acabar la consulta. Nunca se dio de baja laboral

Aunque ella  siempre lo negaba, su atractivo no pasaba desapercibido. Hasta el punto de ser advertida por una paciente en la consulta que le dijo: “tenga Vd. Cuidado con mi hijo, que es muy torero”. No sé qué pasaría por la cabeza de Rocío que todos los fines de semana se hacía más de 1000 km hasta Granada para ver a su novio, cuando no lo hacía él en sentido inverso.

Mantenía buena relación con los jóvenes, Alicia, Rebeca. El Pibe, etc. Participaba en las clases de sevillanas y judo que impartía Pablo el cura y siempre será recordada en S. Martín como un excelente profesional. 

   Javier Estirado médico de Cepeda de la Mora, casado y con 2 hijos, era quien mejor conocía la zona, llevaba trabajando en Cepeda desde 1978, mientras su mujer Paloma, también médica, lo hacía en Ávila. Por su condición de casado y con dos hijos era el menos partidario de vivir en la zona e iba y venía a Ávila todos los días.

Aunque Javier disponía de casa en Cepeda de la Mora, solo la habitaba durante las guardias, o en ocasiones aisladas como cuando junto a Foud se vieron obligados a permanecer en ella debido a una gran nevada. En señal de agradecimiento, este último   intentó enseñarle árabe en pocas lecciones.  Imagino que algo se le quedaría. 

De la intensidad de esas nevadas fue testigo Rocio. La llamaron para ir a hacer un aviso a las 4 de la mañana en Cepeda. Debido a la fuerte ventisca, dio la vuelta a toda la zona desde S. Martín, y cuando se quiso dar cuenta estaba de nuevo en S. Martín. Con el depósito vacío y Sin percatarse de haber visto ninguna localidad.

 En S. Martin de la Vega de forma interina ejerció primero Maria José, atractiva y muy ennoviada, inconfundible, siempre vestía peto vaquero y después Foud , libanés  pelirrojo. Se hizo llamar Juan para facilitarle el nombre a los pacientes, que cada vez le llamaban de una forma distinta, porque no estaban acostumbrados a esos nombres tan raros. Simpático y siempre de buen humor.  Siento su muerte reciente.

 Nos reuníamos un día por semana, alternando las visitas en cada pueblo. El anfitrión estaba obligado a ofrecer una buena merienda-cena.  Comentábamos los casos clínicos más raros, Javier nos ponía al día de lo que se cocía en Ávila. De esas reuniones mantengo un vivo recuerdo la que tuvimos en mi casa a finales de abril de 1984. Tenía un fuerte catarro, les consulté a todos uno por uno el tratamiento. Hubo divergencias. Ninguno coincidía con el anterior.

 Se cumplió aquello de: “un médico cura, dos matan y tres, muerte segura”. Recuerdo que al final de la reunión tenía la casa llena de humo, ya que tanto Juan Carlos como Rocío eran fumadores empedernidos. Aquello no mejoraba, y al final seguí los consejos de tío Quico: vahos de higo.

Terminé ingresado en el Hospital Clínico de Salamanca con neumonía bilateral. ¡y eso que parecía que no era nada la cosa!


 La secuela más importante de mi baja laboral fue que durante ese periodo, Seni se dio a la aventura y se quedó preñada, con el consiguiente disgusto familiar.

 En otra reunión recibimos la noticia de que había sido publicada en el BOE la anulación de nuestra oposición y por tanto anulados los nombramientos y todo lo demás.

 Fue una buena movida nacional, imposible de aplicar, donde el más beneficiado, al menos económicamente fue nuestro abogado, Enrique Rivero, padre del actual Rector de la Universidad de Salamanca.

En resumen, además de contar anécdotas y casos clínicos, conspirábamos, cotilleábamos y asesorábamos a Rocío en su vida sentimental, aunque era una mujer que necesitaba pocos asesoramientos. 

Si algo teníamos en común los cuatro, era nuestro carácter beligerante y reivindicativo, pero eso es de otro capítulo.


Cuando había discrepancias entre nosotros, la reunión era en Venta Rasquilla y allí al calor de una buena chimenea, degustábamos las auténticas truchas del rio Alberche, y llegábamos a un acuerdo.  Los mellizos Carlos y Antonio defendían el negocio familiar heredado, junto a sus esposas. Con ellos, la incondicional Mari que entraba y salía del comedor a la velocidad del rayo y el simpático Bartolo despachando en la barra el auténtico café de puchero.


Aquí, el punto de encuentro...



Curanderos.

Teníamos todos gran curiosidad por conocer las técnicas empleadas por los curanderos de la zona, pues muchos de nuestros pacientes acudían a ellos, aunque no nos lo dijeran. En muchos casos realizaban una labor  compasiva en pacientes desahuciados por la medicina tradicional.

 De los que recuerde, uno en Sevilleja de la Jara al que los hijos de Longinos llevaron y puedo dar fe que le curó un cáncer de labio mediante un emplasto.

En Arenas de S. Pedro, ejercía una curandera que al parecer transmitiá una especie de electricidad cuando ponía las manos sobre el paciente. Eso me contaron las hijas de Sabina, aquejada de un tumor cerebral. Al menos en ella no hubo ningún beneficio.

También en Arenas, practicaba un curandero en la trastienda de un bar. Un día Rocío con la intención de descubrir nuevas técnicas, acompañó al Pibe de S. Martín del Pimpollar, quien había sufrido un esguince de tobillo durante la trashumancia.  Tras unos toqueteos y sacarle los cuartos, le dijo que aquello no iba a curar si no acudía a un traumatólogo.

 

Formación

Con toda seguridad al nieto de Unamuno en más de una ocasión se le vendría a la cabeza la frase de su abuelo: "Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento"

 Aunque éramos jóvenes y nuestro trabajo era más bien escaso, nunca perdimos nuestros deseos de formación.  No siempre fuimos admitidos en los cursos desarrollados en Ávila, ya que la Administración recompensaba a los profesionales integrados en los recién creados centros de salud y nosotros no lo estábamos por meros motivos geográficos.

Cada uno de nosotros, además de llevar el maletín y las cadenas del coche, llevábamos una pala de albañil en el maletero que de algún apuro nos sacó en nevadas intensas cuando regresábamos de un curso en Ávila.   

Con todo lo anterior, es de valorar lo siguiente:  A finales de febrero de 1985, contacté con el Dr. Pablo de Unamuno, quien después fuera catedrático de dermatología de la Universidad de Salamanca. Se ofreció a acudir a la sierra para resolver nuestras dudas. Le acompañaron el Dr. Velasco y otros tres miembros de su equipo en Salamanca.

Lo hicieron al terminar su jornada laboral y en un día que amenazaba nieve.  

Mucho te tiene que gustar tu especialidad, para ir a resolver a aquellos cinco médicos abandonados por la Administración, en plena Sierra de Gredos, sus lagunas dermatológicas.  En un día como aquel, impredecible en lo meteorológico.

   Desde entonces mantengo buena amistad con él y esta fue la primera sesión de muchas, que de forma periódica tuvimos el privilegio de compartir en Vitigudino. Siempre lo hizo de forma altruista. Una vez finalizada su jornada laboral, emprendía los 70 km de distancia. Los pocos o muchos conocimientos que podamos tener en dermatología, quienes coincidimos allí, se los debemos a Pablo. Y ya veis, todo como consecuencia de esa primera reunión en el hostal Almanzor de Navaredonda. Un día frio del mes de febrero de 1985, en el que lo que más apetecía era estar al brasero en el propio domicilio.

Además de ser un convencido defensor de la Sanidad Pública, sin duda Pablo de Unamuno ha sido el especialista hospitalario que yo conozca, que más esfuerzos ha realizado por acercar el hospital al medio rural.  

Continuará….

 

martes, 3 de noviembre de 2020

MEMORIAS DE UN MÉDICO RURAL IV (escritas por Antonio Blanco)

 URGENCIAS: 

Por las noches, casi sin levantarme de la cama, distinguía si el aviso era urgente o muy urgente, Con solo valorar el tiempo transcurrido desde que se paraba el motor del vehículo hasta el momento y forma de pulsar el timbre

Aunque hayan pasado años desde entonces, y a pesar de la experiencia acumulada, aún hoy día, cuando suena el timbre o el teléfono y oigo que es un aviso urgente, paso por una especie de ansiedad, similar a la que soportan los toreros antes de ver la cara del bicho.

Ver con mis ojos el aspecto del paciente, analizar su tono de voz, y una pequeña descripción de los síntomas, me tranquilizan o me estresan aún más.

PABLO EL PASTOR Y LA VIBORA

Lo siguiente ocurrió el día 9 de julio de 1984. Un día luminoso pero fresco para el baño. Me encontraba con Seni en La Puente, rastreando por entre las ruinas del molino de tío Quico, cuando un joven desde lo alto del camino me gritó:

¡ D. Antonio, a Pablo el pastor,  le ha mordido una víbora en la pierna mientras saltaba un cercado  y está en su casa!.

No me imaginaba en qué estado lo encontraría. No tenía ninguna experiencia en estos venenos. Sabía que no había que succionar la herida, como en las películas del Oeste. Recordaba que había sueros antiofídicos de uso hospitalario y que lo del torniquete estaba en entredicho.  El camino hasta su humilde casa, en la parte alta del pueblo, cerca del corral de Beni se me hizo eterno, y eso que ese día había ido en coche. Os recuerdo que por entonces no existía el Dr. Google.

Cuando llegué a su casa, me encontré a Pablito sonriente, rodeado de mucha gente, había llegado él solo, en burro, y contaba una y otra vez como le mordió la víbora. La pierna estaba inflamada. Además, presentaba ligera fiebre y discreta disnea que yo achacaba a los esfuerzos parlantes del enfermo y al calor de la tarde.

Desconocía por inexperto, si trasladar a ese hombre al hospital o esperar y ver la evolución.  Tratamiento: pierna en alto, frio local y Urbasón. Pero, mientras aparentaba tranquilidad jugando la partida en el bar de Nicolás, temía que la pierna en alto, favoreciera la expansión del veneno, o que el exceso de frio local en un paciente con problemas circulatorios, empeorara la situación. Al menos le hice tres visitas en la tarde. El paciente creyó que lo hacía por cortesía, pero en realidad tanta visita, se debía a mi propia ignorancia en estos casos. En una visita le indicaba que continuara con el hielo y en la siguiente que lo dejara.

El hecho de que no empeorara durante la tarde, no me aseguraba que por la noche no continuara la mejoría y su traslado a Ávila se hiciera en peores condiciones.  Hasta que el bueno de Pablo tomó la decisión por mí y me dijo: Mire D. Antonio yo me encuentro bien y si me pongo peor le llamo por la noche.

Ya en mi casa, veía la pierna de todos los colores, dormí poco, y por la mañana madrugué más de lo habitual para ver a Pablo en su domicilio. La madre naturaleza (gran aliada de los que nos dedicamos a sanar) obró el milagro; aunque todavía con dolor, había mejorado y no hubo que llevarlo al hospital de Ávila.

 


 ZUBI


Angel Zubieta
, sufrió en la Semana Santa de 1985, una caída mientras pescaba. El resultado fue luxación de hombro. Me falló la teoría de que se podría reducir con solo colgar el brazo del respaldo de una silla. Agradezco que me perdonara los fuertes dolores que padeció, hasta que en Ávila consiguieron reducirlo bajo anestesia, por la fuerte contractura muscular que presentaba. En otra ocasión se clavó el anzuelo en un dedo. Como recuerdo suyo, siempre tengo unos alicates en el consultorio. Si continúa su afición a pescar, me imagino que se habrá hecho un seguro especial de pesca.

Siempre presumía de hijas guapas. Aunque, según me contó su esposa Vicen, su ojito derecho era su pequeño, al que durante un verano tuvo que ir a rescatar de un campamento en Hoyos del Espino, al segundo día del comienzo, por un cuadro de “mamitis”.

Si alguna vez os encontráis con Zubi, decirle que os cuente la historia de la “perra careta”. Merece la pena.


CENTRO DE GUARDIAS DE S. MARTÍN DEL PIMPOLLAR.

Eran guardias eternas. Desde las 4 de la tarde del viernes hasta las 9 de la mañana del lunes, en la dependencia del ayuntamiento habilitada. La instalación de un contestador automático nos permitía ir a comer a la Venta Rasquilla, o echar la partida de mus en el bar.

Aprovechaba las tardes de guardia para aprender a bailar sevillanas. Todavía hoy, cada vez que oigo ¡miralá cara a cara que es la primera! , recuerdo a Rebeca (hija de Fidel el alcalde) corrigiéndome los pasos y pases. Me facilitó la labor elaborándome una chuleta, que aún conservo. Nunca habréis visto bailar a un sevillano chuleta en mano, mirando más a la chuleta que a la cara de la chica. Lo cierto es que si tengo un compromiso social puedo salir todavía airoso gracias a mi chuleta y a la paciencia de Rebeca.

Bueno, dejo aquí la anécdota de un matrimonio de mediana edad, padres de dos hijos. Se presentaron en el centro a las cuatro de la madrugada. Preocupados porque esa misma noche, habían mantenido relaciones en su dormitorio con preservativo.

El hombre se había quedado dormido en la suerte y el preservativo había desaparecido. Hasta donde yo sabía no se desintegraban, así es que busca que te busca, por dentro y por fuera sin hallar resultado alguno.

 A los pocos días, mientras me invitaban a una cerveza en el bar de San Martín, me comentaron que su hijo pequeño lo encontró de forma casual, mientras jugaba en el tresillo, del salón, colocado detrás de un cojín.  ¿Cómo llegó hasta allí?.  Hicimos unas risas y me reconocieron que ya eran más cuidadosos a la hora de colocar objetos.

La segunda tuvo lugar el día 11 de noviembre de 1987. Eran las fiestas del patrón cuando a las 5 de la mañana llamaron al timbre del centro de guardias. Ya había sido advertido por Javier que hizo la guardia del día anterior, que un grupo de adolescentes, nos gastaban la broma de llamar al timbre para después perderse en la oscuridad de la noche.  

Pero esa noche sonó el timbre, abrí y vi ante mí a una pareja de pipiolos de unos 15 años. Consultaban ante el temor de la chica de que hubiera podido quedarse embarazada.

Esta angustia que para otros no es motivo de acudir a urgencias, para mi si lo es y justifica una urgencia nocturna. Bueno, después de una pequeña entrevista con ellos, logré tranquilizarles y hacerles ver que las posibilidades de embarazo eran remotas. Cuando ya abandonaban el centro, en medio de la confianza que les había dado, la chica se volvió sola y me preguntó que ella creía que su novio tenía el pene pequeño. Salí fuera del centro e invité de nuevo a entrar a su pareja, aunque solo fuera por satisfacer mi curiosidad. A veces también los médicos pecamos de curiosos. Y tras descubrirse el chico, descubrí que efectivamente, como en las esculturas griegas, su miembro viril era normal tirando a pequeño, sin llegar a ser micropene.   Al final no sé si les llegue a convencer, que lo importante no era el tamaño sino el buen funcionamiento del mismo. Al menos era lo que en su día y con anterioridad me había contado un mítico camarero de un céntrico hotel de Bejar apodado el “13 perras”. A los jóvenes les diré que una perra gorda era del tamaño similar al de un euro.

Mi ejercicio en Hoyocasero tuvo uno de los momentos más duros por mi vividos y por gran parte del pueblo: 

MUERTE DEL ALCALDE

Entre las urgencias mortales, nunca olvidaré la de Florentino de 43 años, nombrado alcalde el día 14 de enero de 1986.

El día 21 de enero de 1987, amaneció frio, lluvioso y desapacible. Había nevado dos días antes y aun no se había deshecho toda la nieve. Pasaba tranquilamente la consulta, cuando alguien me avisó desde el pasillo, que habían encontrado a Florentino tendido en su establo. En esos momentos se me heló el corazón y acudí corriendo hasta el establo, situado no lejos de la Fonda de Felisa. Lo encontré entre dos vacas, semiacostado contra la pared, envuelto en una profusa sudoración, entre una mezcla de orines, muñigas, barro y paja.  Vestía un mono azul y unas botas totalmente embarradas. Desconocía hasta entonces su faceta como pequeño ganadero.

Con esos síntomas: Sudoración profusa, seminconsciente, hipotenso, prácticamente en shock y, sin responder a preguntas. Únicamente emitía un leve quejido. Le di importancia a la desviación de la comisura bucal, que una pupila fuera mayor que la otra (anisocoria) y que sus ojos entornados miraban a la lesión como dicen los libros. El diagnostico lo supuse fácil, pero el pronóstico difícil de hacer y menos compartirlo con Vale (su madre).

Lleno de angustia e impotencia, hasta que llegó la ambulancia de Navarredondilla, casi una hora después. Logré tras varios pinchazos cogerle una vía y no pude hacer más.

Eran tan pocos los medios de los que disponía, que otra imagen imborrable que tengo es la de Pedro concejal por CDS con Florentino y otra persona, portaban la mesa de exploración del consultorio mientras bajaban por la vereda del Reventón.

 Diagnosticado en Ávila de hemorragia cerebral extensa, fue trasladado tras su estabilización a los pocos días al servicio de neurocirugía de Salamanca, donde, a pesar de ser intervenido quirúrgicamente, falleció el día 5 de febrero de 1987.

Durante la ceremonia del multitudinario funeral, celebrado al día siguiente en Hoyocasero, mientras D. Victorio se dirigía a los asistentes, mi mente recordaba que escasos meses antes, en uno de mis paseos, coincidí con el propio Florentino que salía del nuevo cementerio en construcción con el arquitecto Javier Perandones de Arenas de San Pedro. Él fue quien hizo el proyecto de las dos obras a las que la nueva corporación había dado prioridad. Mientras caminábamos hacia el pueblo nos recordaba que únicamente había ido al consultorio para que le extrajera un cuerpo extraño en un ojo.

Quién nos iba a decir a todos, que los restos de nuestro alcalde, serían de los primeros en ser inhumados en el nuevo camposanto.  Y digo de los primeros, porque durante la semana anterior hubo otros tres fallecimientos, debiéndose celebrar dos en un solo día. Realmente una semana trágica.

Alguien me dijo que los meses con “r”, son los peores en lo referente a un aumento de la frecuencia de eventos cardiovasculares. Yo mismo lo he podido corroborar a lo largo de mi carrera.

Otra desgracia ocurrió cuando el joven Jesús, “Vichina”, murió asfixiado como consecuencia de un desprendimiento de tierra, mientras trabajaba en un chalet en la subida al pueblo. Tuve que auxiliar en la autopsia al forense venido de Ávila. No fue nada agradable y menos teniendo en cuenta que se trataba de una persona joven.

Menos graves fue la triple fractura y luxación de codo izquierdo de Coloma, al caerse desde un tejado, el día 21 de octubre de 1984.


 

Terminaré con una urgencia más gratificante:           

A primeros de marzo de 1984, a las dos de la madrugada suena el teléfono. La voz de un hombre preocupado me dice: “Mire doctor, llamo desde Cepeda de la Mora porque mi mujer se ha puesto de parto, hemos valorado ir al hospital, pero con la nevada caída, Menga posiblemente esté con cadenas y quizás tuviéramos que regresar al pueblo.

 Os confieso, que en ese momento me quedé pálido, y le hubiera pagado al buen hombre para que intentara llegar al hospital. Me armé del valor que me quedaba, introduje en el coche los tres tomos de obstetricia y ginecología y mientras conducía, repasaba mentalmente las fases del parto. Cuando llegué en medio de una buena nevada, me encontré además del marido de la parturienta, con dos vecinas que entraban y salían de la casa llevando agua y esponjas. Sin duda sabían más que yo del asunto.

 Parecía que la niña estaba esperando mi llegada para nacer. Y así fue.

Tomé conciencia de la expresión “asistir al parto”, porque no hice prácticamente nada más que eso, como espectador de lujo. Corté el cordón umbilical y comprobé la integridad de la placenta. Di gracias a Dios por haberse tratado de un parto normal sin ninguna complicación.

Estoy convencido que detectaron mi inexperiencia, cuando una de estas mujeres en señal de agradecimiento, me colocó dos chorizos en el asiento posterior, justo al lado de los libros.

Cuando volvía a Hoyocasero recapacitaba que, aunque esta profesión tiene momentos duros, esa noche había tenido la gran fortuna de asistir al milagro de la vida y la llegada de un nuevo ser a este mundo.

Al girar a la altura de la venta del Obispo me crucé con el Jeep de la guardia civil. Les expliqué a Francisco y Nicolás de dónde venía y casi regañándome me dijeron que cuando la carretera estuviera en malas condiciones no dudara en llamarles para que me transportaran en su Jeep 4 x 4. Algo que agradecí.

Aquí dejo un deseo que me gustaría cumplir:  conocer a una “Niña nacida el 3 de marzo de1984 en Cepeda de la Mora”. No creo que haya muchas.

Continuará….