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sábado, 11 de abril de 2015

LOS OFICIOS: EL HERRERO



Antigua fragua y herramientas
El mundo de los oficios era callado, muy laborioso y continúo, lleno de dificultades pero donde los trabajadores luchaban por superarse y mejorar día a día. Los oficios artesanos, perdidos en su mayoría, transmitidos de una generación a otra, han ido a lo largo del tiempo ganando en habilidad, al mismo tiempo que imprimían carácter a los pueblos. Estos trabajos desaparecidos, forman hoy parte de nuestras tradiciones, las cuales estamos obligados a no olvidar y transmitir a nuestras generaciones futuras.






La historia de los pueblos la forman sus tradiciones, toda tradición perdida tiene su encanto y forma parte inseparable de la raíz de un pueblo. En estas historias se habla mucho de los personajes importantes, que a lo largo de unas épocas, han contribuido a mejorar la vida de nuestros pueblos; pero suelen caer en el olvido los habitantes, la gente sencilla que formaba parte de la comunidad y por tanto de la historia del lugar, personas que desempeñaban día a día sus profesiones y que contribuyeron a dar esplendor a nuestra localidad.

Nosotros tenemos la suerte de contar con personas que aún recuerdan los oficios que hicieron que nuestra localidad fuera una villa próspera, gracias a ellos su trabajo no quedará en el olvido.

Mucho se podría escribir sobre este oficio tan variado y antiguo; En la Edad Media, era un oficio tenido por mágico en la antigüedad, ya que el hierro, tan duro, se hacía dócil y se conseguían con él objetos y herramientas útiles a la sociedad, situándolas en las afueras de los pueblos al estar considerada esta profesión como influenciada por las artes mágicas. 
Centrándonos en nuestro pueblo diré que al menos había dos fraguas, y que a los que desempeñaban este oficio se les conocía como "herreros".
Era la fragua una profesión que pasaba por tradición de padres a hijos, acumulándose la experiencia y las "mañas" que esta profesión requería, siendo una pequeña empresa familiar de reducido espacio donde se trabajaba por un escaso sueldo. En la fragua se creaban y arreglaban los elementos y herramientas que se utilizaban en la agricultura, pilar básico de subsistencia para la población de Hoyocasero.

Como comentaba anteriormente nosotros tenemos la suerte de contar con Martiniano de Tuñas, el cual trabajó junto a su padre Manuel y su hermano Julián en la fragua familiar, que era heredada de su abuelo (entonces nuestro relator tenía seis u ocho años), según el mismo nos cuenta, la Fragua estaba ubicada en lo que hoy es el huerto o jardín del recinto del café, salón y frontón.

"También me pides que te relate las partes de la fragua, y de esto si que puedo contarte aunque tal vez te resulte pesado, para que os hagáis una idea, pensad en que no solo trabajabamos en la fragua del pueblo, también teníamos la de San Martín, la de Hoyos de Miguel Múñoz y la de Navalsauz. Íbamos a cada pueblo dos o tres veces cada mes. Primero había que hacer el carbón en las distintas jurisdiciones y cada vez estábamos dos o tres días desde que salía el sol hasta entrada la noche, puedo aseguraros que era una soberana paliza.



Tío Manuel y sus hijos en Madrid
La historia de la Fragua de Tío Manuel:

"En aquel tiempo vino al pueblo un señor de Bilbao, al que todos conocían como el tío Bilbo, quién  compró todo el recito señalado anteriormente, menos la fragua, pero también compró la la parcela llamada "hortaliza", donde hoy está ubicada la casa de Julián y Natalia, llegando a un acuerdo el abuelo de Martiniano y el tío Bilbo, haciendo el cambio e instalando la fragua en mitad de la hortaliza, quedando la otra mitad para la siembra de lechugas, poner flores (destacaban las rosas) y otras necesidades, y allí siguió la fragua por años a cargo de mi padre desde la muerte de mi abuelo y hasta que mi padre a los ochenta años dejó de trabajar, haciendo partición de bienes en beneficio de sus tres hijos).

Otras de las fraguas era la de tío Santiago (apodado "morucho"), "esta siempre estuvo ubicada en la parte norte del barrio del piloncillo, era el último edificio que lindaba con los huertos de la Casa Arriba, estos artesanos también se dedicaban a la confección de las ruedas de carros. Tras la muerte de tío Santiago, siguió trabajando en ella su hijo Fausto hasta la muerte".

Los elementos de la Fragua: "los elementos imprescindibles para trabajar en la fragua eran: un fuelle de torear, el sitio donde estaría ubicado el fuego, una o dos barras delgadas de hierro con el nombre de espetones que eran utilizadas para atizar y mover el fuego, dos pares de tenazas llamadas punteras y dos pares llamadas cobras para coger el hierro del  fuego y trasladarlo de un sitio a otro , y sobre todo para atenazar mientras se martilleaban, un yunque para amartillar el hierro, el martillo del herrero, el mazo de cuatro kilos denominado el macho y un tornillo potente donde se aseguraban los materiales para limarlos o darlos forma; había otras muchas cosas de menor importancia pero a la vez necesarias como un puntero, un cortafríos, unas tenacillas, unos alicates, ciertas arandelas, y para agujeros una tajadera y alguna que otra cosa más.



En la Fragua se realizaban todo tipo de trabajos, desde hacer un clavo, pasando por todas las herramientas caseras, de labranza, herramientas de canteros, rejas para ventanas etc., hasta calzar el eje de un carro.


Lo que se cobrara por el trabajo era mínimo, en este punto Martiniano hace un alto en su relato para contarnos una anécdota: por poner una punta a una reja del arado, mi padre cobraba una peseta, yo le insistía una y otra vez en que tenía que cobrar más, pero él era reacio a subir los precios. Yo me armé de valor y cuando llegaba un cliente a preguntar el precio de un trabajo salía antes que mi padre y le pedía seis reales, no protestando nadie y así mi padre paso a cobrar el nuevo precio".

Tal y como nos ha relatado de su puño y letra Martiniano de Tuñas, la fragua de Hoyocasero era un trabajo constante y diario, además de todas las herramientas de labranza y caseras, teniamos la de los canteros (picas, punteros y demás), yo sé muy bien lo que es pasarte días enteros machando hierro con un mazo de cuatro kilos, pero es que además. al terminar en la fragua y llegar a casa me esperaban en la barbería....", aunque eso lo vamos a dejar para otro de los oficios de nuestro pueblo.


jueves, 25 de julio de 2013

LOS OFICIOS. "DE PROFESIÓN SACRISTÁN"

DE PROFESIÓN: “SACRISTÁN”:

Este oficio, hoy en día desaparecido, era ejercido por una familia, hoy Tía Susana, nos ayuda a conocer como era todo lo que tenían que desarrollar. El Sacristán era su padre, tío Benigno, pero toda la familia se involucraba en esta tarea. Por la mañana, al alba tenían que tocar las oraciones, nos comenta que a todas les tocaba algo, pero siempre las “muchachas” eran las que tenían que ir. Tocaban a primera hora de la mañana, al mediodía, y al anochecer, para poder ver (entonces no había ventanas en la iglesia), se ayudaban de la vela del Santísimo, a la que tenían que echar el aceite para que no se apagara. Recuerda que en una época en la que el cura también tenía que atender Navalosa, ellas tenían que estar pendientes en "Las Laruelas", para cuando vieran venir al cura, tocar a misa.

En aquella época en la que los sueldos eran escasos, el sacristán tenía un pequeño sueldo, le correspondía una parte de lo que se sacara (las ganancias se dividían en tres, una parte para el cura, otra para la Iglesia y la otra parte para el Sacristán).

Tía Susana, que a pesar de sus 89 años, conserva una memoria maravillosa, se acuerda de cuando tenían que ir a limpiar la iglesia, y tapar todos los Santos, todos se tapaban con unos paños rojos, incluso quedaba totalmente tapado el altar mayor que se tapaba con un gran paño granate que tenían que subir con unas poleas.



El Miserere, se cantaba por el Sacristán, y tenían que estar pendientes para destaparlo. El Viernes de Dolores se cantaba en la Capilla de la Virgen de las Angustias y también se le iba destapando. Todo lo que estaba relacionado con la Iglesia, la limpieza, y tener preparada la pila del bautismo y cuando había algún entierro que no faltara de nada. Si venía alguna autoridad eclesiástica tenía que tener todo preparado al punto.

Evoca con dolor y muy emocionada, que su padre tuvo una discusión con el párroco, D. José Albella, y le dio de baja de la Cofradía de la Vera Cruz y poco después falleció. No saliendo la Vera Cruz a su entierro, si bien el Cura, sintiéndose culpable, trajo otros dos curas para su entierro y su madre compro velas para todo el pueblo.


Nuestra relatora alude que a la llegada de D. Emiliano y D. Pedro, ambos curas y hermanos, el último enfermo del estómago, y que siempre iban juntos fueron los que se encargaron de abrir las ventanas de la iglesia.

Cuando la preguntamos por alguna anécdota, y cuando echa mano a sus recuerdos, no puede por menos que sonreír, recuerda cuando acudía junto a sus hermanas, Iltrudis, María y Felisa a realizar las tareas encomendadas a la iglesia, esta última que era más alta vio que había algo en uno de los bancos del altar mayor, y mandó a su hermana María a encender la vela del Sagrario,  y esta que era más bajita se topo con él  de lleno, pensando que era un hombre que estaba tirado encima del banco, pero al final resultó ser un Santo….


Su padre, entró en el oficio de Sacristán siendo soltero,  pero además también era peluquero y representante del Banco San Román y llevaba muchos pueblos a los que iba en un caballito y una pistola, puesto que siempre iba comprometido. Era un hombre que trabajaba de forma incansable. También se encargaban de dar cuerda al reloj de la plaza. Tenían un poco de todo, y a pesar de morirse su padre ellos se quedaron con todos los cometidos que tenían.

Se emociona mucho al rememorar a su padre y como su cuñado le dio un gran consejo, que fue lo que le empujo a que al final se casara con su marido “Tío Lesmes”, ella lo veía bajito, pero las palabras de aliento de Amalio, que le trajo a la memoria a su padre, y consiguió que diera el paso definitivo:“Tú te acuerdas de tú Padre, le veías bajito…, se casó con una buena moza y el día que murió era el número uno, porque con los buenos mozos no se come”…

Se casaron tras ocho años de noviazgo, en el año 1954. Como se llevaba entonces iba de negro. La pobre recuerda que tras morirse su padre y con siete años ya la vistieron de negro. Tomó la primera comunión también con un vestido negro, y para colmo se tuvo que casar también de negro. Como era costumbre antes, hicieron el pedimento y la cena del pedimento.


Claro como no, también llamaron a la gente del pueblo para que viera la cama de la novia y el ajuar. Y claro llegado el momento, se celebraron las vísperas, con la ronda y el convite  la boda, como dice tía Susana con sus padrinos y todo y luego la boda.


Por hoy dejamos a tía Susana, la cual nos despide con una sonrisa, ya volveremos para que nos siga contando y compartiendo sus recuerdos con todos nosotros.