martes, 6 de octubre de 2020

Memorias de un médico Rural 2ª parte

 Dicen que los recuerdos son una forma de aferrarte a las cosas que amas, las cosas que eres, las cosas que no quieres perder...., ¡Gracias Antonio!, por ayudarnos a mantener vivos nuestros recuerdos y recordar momentos únicos de nuestras vidas. No sabemos si las imágenes que grabaste de nuestra localidad te proporcionaran la fama..., ¡nuestro voto lo tienes!.

Jornada laboral

Mi jornada laboral era de 24 horas al día, debiendo  estar localizado en todo momento. En la parte posterior de la puerta de mi casa tenía una colección de carteles que colocaba según se terciase: “estoy bañándome en la Puente”. “estoy en el consultorio de Navalosa”, “estoy en el Pinar”. “Vengo en 10 minutos”. Mi perrita venía a ser para los vecinos de entonces el equivalente a un GPS actual, pues les servía para localizarme a cualquier hora del día o de la noche. Cuando los vecinos la veían deducían el lugar exacto en el que me encontraba: la farmacia, el bar de Nicolás, la fonda, etc.  en el bar de Primo,  aprendió a abrir la puerta, y rápidamente se colocaba debajo de la mesa de billar y por tanto dejaba de estar visible desde fuera. Aunque me cansara de sacarla del bar, ella era  constante y repetía la acción hasta que acababa la partida y  también con mi paciencia.

Las guardias de fin de semana  las realizábamos desde nuestros domicilios,  de viernes a lunes, turnándome con los médicos de los pueblos cercanos. Eran guardias no remuneradas, sin ATS  y con la obligación de poner nuestro vehículo al servicio de la Administración.  Cuando las condiciones climatológicas eran adversas,  las autoridades sanitarias provinciales nos comunicaban telefónicamente el mismo viernes que quedaban suspendidas y estábamos obligados a permanecer cada uno en nuestro pueblo durante todo el fin de semana.

 A partir de Agosto de 1985 fueron centralizadas en S. Martin del Pimpollar.

De cualquier forma,  al seguir viviendo en el pueblo las urgencias  las seguía atendiendo desde mi domicilio, tanto de día como de noche.

 La consulta diaria comenzaba a las  11 de la mañana. Después hacía los avisos a domicilio.

Hay un dicho popular que en Hoyocasero se utilizaba mucho, "a quien madruga..., Dios le ayuda", en el siguiente enlace lo podemos comprobar... "La primera consulta"

TIO QUICO

   Al visitar muchas casas me convertí en un gran especialista en sistemas de calefacción. De todos, mi  preferido y más entretenido era la chimenea. Acostumbraba a tomarme un choricito frito o un buen plato de jamón a media mañana en casa de Tio Quico, mi vecino, quien aprovechaba para contarme sus vivencias mientras vivió en el molino de la Puente: Mientras asesoraba al que le ponía las truchas a Franco, daba de comer a los maquis por la noche.

Siempre lo encontraba  con su boina,  traje de pana negro y su reloj de cadena, sentado a la chimenea, mientras fumaba un pitillo y atizaba la chimenea. El día  23 de marzo de 1984, llamó a mi puerta porque llevaba toda la noche con un fuerte dolor en un ojo. Ese día suspendí la consulta, lo monté en mi coche y lo llevé hasta el hospital. No había querido molestarme durante la noche y la uveítis hizo que perdiera el ojo. Fue uno de los primeros casos que me demostraron la dureza de los hombres de la sierra.

Tío "Quico"

Quico siempre comparaba el  avance del fuego en la chimenea con las etapas de la vida. Un   inicio chispeante y vigoroso y, al final, cenizas…

Su hijo  Valentín, me prestaba sus herramientas, corregía mi postura y  entre carámbanos y nieve intentó hacerme un  buen leñador, pero se quedó en un mero intento. A los vecinos empadronados, el Ayuntamiento nos proporcionaba por sorteo, todos los años, un lote de leña de roble que era suficiente para pasar el año. Cuando los fines de semana volvía  a Salamanca, casi antes de entrar en casa, mi familia detectaba  mi presencia inmediatamente por el intenso olor a humo que desprendían mis ropas.

 Rutina diaria

De mañana acostumbraba  a tomar el desayuno contemplando la espectacular vista de la parte norte de la sierra de Gredos a través de  de mi balcón. Me fascinaban sobre todo los mantos blancos tras nevadas intensas y los tonos ocres del otoño.

En invierno, antes de desayunar ponía a tono el salón encendiendo la chimenea.  Mantenerla encendida durante el día era cómodo. Tener  la consulta en el mismo edificio, me permitía hacer recesos entre un paciente y otro  para atizarla, a la vez que  picoteaba algo. En alguna ocasión el frio era tan extremo que pasé consulta con el pijama debajo de la ropa, dejándome además una barba protectora.  Polillo,  el fontanero me aconsejó que cuando predijeran  heladas como las producidas en enero de 1985,  dejara correr un chorrito fino en el lavabo durante todo el fin de semana. Ante mi sorpresa al regresar el lunes se había formado un chupitel y las tuberías se habían congelado.

Tuberías heladas

Terminada la consulta y los avisos, la siguiente tarea era preparar la comida. No era uno de mis puntos fuertes aunque me defendía en la cocina, sobre todo me esmeraba cuando tenía invitados.

Como digo,  no   fui  un fanático de la cocina y por semanas enteras durante el invierno iba a comer a la Fonda de Felisa y Pedro. ¡Que ricas estaban las patatas meneás, con su torreznito!. Sus hijas  Ana, Tere y Pili ayudaban en el comedor. No solo ellas sino que la gran mayoría de los niños/as  del pueblo, ayudaban  a sus padres en las labores y tareas domésticas. Seguro que desde entonces valoran el esfuerzo que debieron hacer tanto ellos como sus padres para labrarse un futuro mejor.

Allí se hospedaban  el Sr. Joaquín, jubilado (antiguo boxeador y perteneciente a la Falange) . Carlos (Caja Rural)  Gustavo (guarda forestal), y Emilio (maestro con la oposición recién aprobada). Solamente Nicolás (guardia civil soltero) y yo,  íbamos a comer.  A los postres, El Sr, Joaquín como buen patriota ponía a escurrir la política de Felipe González.

La Sra. Ana, madre de Felisa, trabajaba en la cocina, no aparentaba su edad y siempre la recordaré al igual que a su hija, sonriente y de buen humor. En las  tardes primaverales, era fácil verla sentada en el poyo de la puerta de la Fonda haciendo ganchillo (cadeneta).  Movía los dedos y las agujas  a velocidad de vértigo. Aprendí la teoría:   5 o  6 puntos y echar el punto bajo o enano. Me quedé solo con la teoría y eso que lo intenté…

 Por las tardes,  partida de tute en el bar de Nicolás o en el de Primo con D. Marti, Salva (maestro, antenista y mecánico), Emilio  y Gustavo. En ocasiones se sumaba Fernando (secretario del Ayuntamiento) , o  Carlos (Caja Rural)  . En primavera las partidas de calva en el campo de futbol. Nemesio era el gran campeón y todos queríamos pertenecer a su equipo.

Alguna tarde, si la temperatura era benigna, acompañado de  D. Marti  paseábamos por el famoso Pinar, con especies vegetales únicas en el mundo y que un ingeniero agrónomo nos enseñó en cierta ocasión. Perdonadme que no recuerde el nombre de las mismas, pero para eso está Google.

Otros recorridos eran, la propia carretera, con sorpresa de víbora en la cuneta añadida, o bien el camino a la Puente, hasta llegados al nuevo cementerio.

Noches de invierno

Al atardecer, las casas humeantes y la bajada de temperaturas invitaban a retirarnos a nuestros hogares a cenar los níscalos y setas  del pinar, patatitas y chorizo asado en la chimenea. Estas cenas fueron las culpables de que mis camisas encogieran y no el detergente, al que yo hacía responsable.

María Pedreira y su calceta
Telefoneaba por la noche dos veces por semana a mi familia. Mi teléfono era el 37 y en algunas ocasiones, cuando María Jesús la telefonista, me recordaba después de una hora  mi conferencia  había olvidado que les debía contar. En alguna ocasión, me pareció  detectar un click sospechoso de que mi conversación podría ser oída por un extraño/a, pero siempre fue una sospecha infundada.

Para dormir, además de mi camiseta de felpa y calzoncillos pulgueros, me colocaba los calcetines que la Sra. María Pedreira me regaló y que aun tantos años después tengo guardados en su honor.

Por mucho que con anterioridad a irme a dormir pusiera mi estufa eléctrica, siempre encontraba las  sábanas  húmedas. Otra idea  fue la bolsa de  agua caliente a mis pies, pero un día  sufrí una “rotura de aguas” entre mis piernas que me produjo un buen escaldamiento, aun así no perdí la costumbre.  

Vida social en invierno

 Habían transcurrido siete meses desde que llegué, cuando por primea vez acudí al bar de Nicolás, acompañado de Gustavo y D. Marti, ante las sorprendidas miradas de los allí presentes. Obdulio nos invitó a tomar algo.

 Hasta la fecha me había relacionado únicamente con mis vecinos, los funcionarios del pueblo y con mis compañeros médicos.  Con los años  y a medida que cogí confianza y nuevas amistades me fui soltando.

 Levantarme a  las 10 horas,  me permitía hacer una vida social con los jóvenes del pueblo. Asistía por las noches a los ensayos ensordecedores del nuevo  grupo Ticket en el local de la cooperativa. Fidel, Alfonso,  Carlos y Jose Miguel emulaban a los grupos de la época: Mecano Hombres G, Golpes Bajos, etc. La batería siempre fue mi anhelo y aun no es tarde.

Recuerdo los campeonatos  de ping-pong en el bar de Pepe, todos los jueves.  El que mejor recuerdo es en el que llegué a una disputadísima   final frente a Pepe (propietario del bar) .   El campeonato  de futbolín en la discoteca de Santiago atraía a todos los jóvenes. Mi par era  Gustavo,  y nos defendíamos como podíamos. Aunque reconozco que éramos una perita en dulce para los rivales.   Las chicas del pueblo aprovechaban estos eventos para tirar la caña a los mozos solteros. Seguro que de alguno de esos torneos surgió algún matrimonio.

Y aquí podéis ver esas partidas de ping-pong en el Bar de "Tío Roga" Campeonatos de Ping-pong

Continuará…..

 

Pinar de Hoyocasero
Casas humeantes
                                          

"Seni" junto a la chimenea



1 comentario:

  1. Q buenos recuerdos tengo de el cuando venía a ver a Diana y David a casa para q no fuéramos a la consulta en invierno Po q las calles eran pistas de hielo y se quedaba un rato con nosotros tomando algo alrededor de la chimenea.

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