(No saludamos a los forasteros porque ya se sabe que nadie es forastero en Hoyocasero. En cuanto llegan, ya son de aquí).
Tenemos hoy el placer y el honor de ejercer el viejo oficio de pregoneras, cuya finalidad es trasmitiros el feliz encargo que nos ha ofrecido nuestro Alcalde y la corporación municipal, lo cual agradecemos profundamente, porque supone el reconocimiento a la labor que realizamos desde nuestro humilde grupo de Danzas.
No tenemos palabras para ensalzar las excelencias de esta tierra y no queremos aburrir a los asistentes con las batallitas de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero si consideramos que tenemos la obligación de trasmitir a nuestros descendientes los valores que han impulsado a nuestros antecesores a mantener nuestro pueblo con sudor y sacrificios.
Nosotras tuvimos que salir del pueblo en busca de oportunidades nuevas, lo que nos ha llevado a valorar más aún todo lo que tenemos y sobre todo lo que tuvimos en nuestra infancia y juventud, por ello intentamos trasmitir a nuestros hijos el cariño que nosotros tenemos por nuestro pueblo, ejemplo de ello es, que por ellos siempre estarían aquí.
Pero debemos reconocer el mérito a quién lo tiene, nuestros mayores son los artífices del encanto de nuestro pueblo, en otras épocas, nuestras localidad era un rincón maravilloso, pero olvidado, sin infraestructuras, donde el ingenio brotaba en todos los rincones y donde nuestros antecesores trabajaban de sol a sol, entonces no existían subsidios, ni pagas, ni luz, ni agua corriente…., pero tenían lo más importante, ¡su solidaridad!
Queremos decir, como don Antonio Machado,
Nosotras éramos mandadas a por agua a llenar el botijo a la fuente, y en algún que otro juego despistado este acababa hecho trizas, porque era de barro, o a buscar la leche en la cantarilla a casa de tío Nicos, tía Goyi o Vitoria, eso cuando en nuestras casas no había vaca parida, porque si no ¡hasta hemos sido capaces de ordeñar!.
En mayo, siempre bordeando el Cristo, tocaba sembrar las patatas y el plantón, ¡esos madrugones antes de ir a la escuela eran temerarios!, sí la escuela, porque entonces no estaba reñido el estudiar, con el jugar y con el ayudar, y teníamos hasta tiempo de pasarlo bien.
La fiesta del Cristo siempre ha sido muy celebrada, pero entonces en la novena tronaban las voces masculinas en el estribillo de las tonadas, parecía que la iglesia se venía abajo, y a los niños nos preparaba Don Victorio, el cura, en la catequesis, el cual vestía su sotana negra durante todo el año, ¿os acordáis de Dios tiene un puente de Cristal?.
El mes de julio y agosto, suponía trabajar duro, el heno nos llevaba el primer mes, entonces nuestro pueblo estaba lleno de yuntas de vacas que tiraban de carros cargados, el heno no se empacaba se cargaba y descargaba manualmente y hasta teníamos que triscar dentro de las casillas para que entrara más. Cuando se terminaba esto empezaba la trilla. Para ello se veían las parejas de vacas, burros y los más afortunados de yeguas, llenándose las eras de gente, ¡cómo nos gustaba que llegarais los de Madrid deseosos de montar en el trillo!, ese era nuestro descanso.
En nuestra época, no había calefacción, y cuando había tormenta se iba la luz, entonces nuestras abuelas echaban mano de la tabla, y a la luz de la vela nos poníamos a rezar, entonces cuando nevaba, ¡nevaba!, y había caramelos en los tejados de las casas, podíamos haber resbaladeros y jugar a tirarnos pelotones de nieve hasta hartarnos, algún calcetín que otro hemos quemado a las brasas de la lumbre por querer calentarnos los pies rápido, ¡no había tiempo que perder, que nos estaban esperando!.
Éramos libres para jugar al sereno por todas y cada una de las callejuelas del pueblo, por los tinaos de leña. Nos juntábamos a jugar en los barrios sin importarnos con quién, lo importante era que todos teníamos cabida en el grupo. Podíamos pasarnos horas jugando a la goma, saltando a la comba, o si nos apetecía echando un partido al fútbol, no se hacían discriminaciones. Para quedar, íbamos a buscarnos a las casas, las cuales siempre estaban abiertas, y con una voz sabíamos que si no estabas en casa donde habías ido. Siempre existía un compañero de viaje, dispuesto a acompañarnos en las faenas que tus padres te encargaban.
En nuestras andanzas por las calles, podíamos escuchar los traqueteos del hogar, a tía Celestina la de tío Tiburcio barrer la puerta, a tía Colasa lavar la ropa en la pila con su teja a la espalda porque hacía frío, a tía Emilia con tía Aleja sentadas a la puerta del barrio culebres con su labor entre las manos hablando de sus cosas, a tía Conce haciendo ganchillo al sol porque era muy friolera, a tía Goyita preguntando siempre por su Rafa, a tía Ángela canturreando alguna canción cuando se dirigía a la compra, a tía Bienve con su trompeta de pregonera anunciando por barrios los puestos que había en la puerta de su casa, a tía Angelita con sus quesos de cabra, a tía Juliana limpiando, a tía Ortensia o tía Carmen en sus tiendas atendiendo a todo el mundo, a tío Lesmes con sus telas…, ya veis que no nos faltaba de nada.
Cuando el tiempo lo permitía, se iba a casa de tío Martín el Sastre o de tía Ignacia la sastra para hacerte un vestido nuevo, el cual se estrenaba en la fiesta que ahora nos ocupa, también teníamos a nuestros vigilantes particulares que no perdían detalle de nuestras andanzas nocturnas, tío Martinillo frente a la iglesia, tía Josefa en la plaza o tía María, siempre valían más por lo que callaban que por lo que hablaban……
Nuestro pueblo, al igual que los de nuestra zona ha sufrido un despoblación a marchas forzadas, y aunque a buen seguro no llegará nuestra queja a quién debe, nos gustaría que las administraciones empezaran a invertir para que la gente joven, el motor de cualquier lugar pudiera quedarse, soñamos con volver a ver la escuela abierta, y las calles rebosantes de vida, ese es nuestro mayor deseo.
Por tanto, por orden del Señor Alcalde, hacemos saber a los vecinos y amigos de este rincón tan seductor de la sierra de Gredos, que es Hoyocasero, la obligación que tenemos todos de participar con alegría en las Fiestas en honor a nuestra Patrona la Virgen de las Angustias, cuyas maravillas tenemos el honor y el placer de pregonar hoy aquí.
No tenemos palabras para ensalzar las excelencias de esta tierra y no queremos aburrir a los asistentes con las batallitas de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero si consideramos que tenemos la obligación de trasmitir a nuestros descendientes los valores que han impulsado a nuestros antecesores a mantener nuestro pueblo con sudor y sacrificios.
Nosotras tuvimos que salir del pueblo en busca de oportunidades nuevas, lo que nos ha llevado a valorar más aún todo lo que tenemos y sobre todo lo que tuvimos en nuestra infancia y juventud, por ello intentamos trasmitir a nuestros hijos el cariño que nosotros tenemos por nuestro pueblo, ejemplo de ello es, que por ellos siempre estarían aquí.
Pero debemos reconocer el mérito a quién lo tiene, nuestros mayores son los artífices del encanto de nuestro pueblo, en otras épocas, nuestras localidad era un rincón maravilloso, pero olvidado, sin infraestructuras, donde el ingenio brotaba en todos los rincones y donde nuestros antecesores trabajaban de sol a sol, entonces no existían subsidios, ni pagas, ni luz, ni agua corriente…., pero tenían lo más importante, ¡su solidaridad!
Queremos decir, como don Antonio Machado,
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!…
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
Nos vais permitir que echemos la vista atrás y os contemos algunas de las cosas que nosotras hemos vivido, algo que pudiera parece lejano, pero que ocurría no hace tanto tiempo, nosotras cuando éramos pequeñas teníamos la posibilidad de comprar el pan en los dos hornos que funcionaban, uno era el de tía Felisa aquí cerca de la plaza, el otro el de tía Juana llevado por tío Pedrito, fijaros, aún echamos de menos el maravilloso olor a pan recién horneado, y también el sabor de los panecillos calentitos, o la masa frita que nos hacían algún que otro domingo….
En mayo, siempre bordeando el Cristo, tocaba sembrar las patatas y el plantón, ¡esos madrugones antes de ir a la escuela eran temerarios!, sí la escuela, porque entonces no estaba reñido el estudiar, con el jugar y con el ayudar, y teníamos hasta tiempo de pasarlo bien.
La fiesta del Cristo siempre ha sido muy celebrada, pero entonces en la novena tronaban las voces masculinas en el estribillo de las tonadas, parecía que la iglesia se venía abajo, y a los niños nos preparaba Don Victorio, el cura, en la catequesis, el cual vestía su sotana negra durante todo el año, ¿os acordáis de Dios tiene un puente de Cristal?.
El mes de julio y agosto, suponía trabajar duro, el heno nos llevaba el primer mes, entonces nuestro pueblo estaba lleno de yuntas de vacas que tiraban de carros cargados, el heno no se empacaba se cargaba y descargaba manualmente y hasta teníamos que triscar dentro de las casillas para que entrara más. Cuando se terminaba esto empezaba la trilla. Para ello se veían las parejas de vacas, burros y los más afortunados de yeguas, llenándose las eras de gente, ¡cómo nos gustaba que llegarais los de Madrid deseosos de montar en el trillo!, ese era nuestro descanso.
Nosotras veíamos como a tío Prordi se le escapaban los chotos que estaba domando de la parva con el trillo enganchado. O como llamaban a los muchachos para hacer el cañizo y recoger la parva, al tema de cribar acudíais menos, y a barrer la era ni te cuento.
En nuestra época, no había calefacción, y cuando había tormenta se iba la luz, entonces nuestras abuelas echaban mano de la tabla, y a la luz de la vela nos poníamos a rezar, entonces cuando nevaba, ¡nevaba!, y había caramelos en los tejados de las casas, podíamos haber resbaladeros y jugar a tirarnos pelotones de nieve hasta hartarnos, algún calcetín que otro hemos quemado a las brasas de la lumbre por querer calentarnos los pies rápido, ¡no había tiempo que perder, que nos estaban esperando!.
Éramos libres para jugar al sereno por todas y cada una de las callejuelas del pueblo, por los tinaos de leña. Nos juntábamos a jugar en los barrios sin importarnos con quién, lo importante era que todos teníamos cabida en el grupo. Podíamos pasarnos horas jugando a la goma, saltando a la comba, o si nos apetecía echando un partido al fútbol, no se hacían discriminaciones. Para quedar, íbamos a buscarnos a las casas, las cuales siempre estaban abiertas, y con una voz sabíamos que si no estabas en casa donde habías ido. Siempre existía un compañero de viaje, dispuesto a acompañarnos en las faenas que tus padres te encargaban.
En nuestras andanzas por las calles, podíamos escuchar los traqueteos del hogar, a tía Celestina la de tío Tiburcio barrer la puerta, a tía Colasa lavar la ropa en la pila con su teja a la espalda porque hacía frío, a tía Emilia con tía Aleja sentadas a la puerta del barrio culebres con su labor entre las manos hablando de sus cosas, a tía Conce haciendo ganchillo al sol porque era muy friolera, a tía Goyita preguntando siempre por su Rafa, a tía Ángela canturreando alguna canción cuando se dirigía a la compra, a tía Bienve con su trompeta de pregonera anunciando por barrios los puestos que había en la puerta de su casa, a tía Angelita con sus quesos de cabra, a tía Juliana limpiando, a tía Ortensia o tía Carmen en sus tiendas atendiendo a todo el mundo, a tío Lesmes con sus telas…, ya veis que no nos faltaba de nada.
Entonces se avisaba puerta por puerta de las necesidades, así, si se había dejado la poza tapada se iba a casa de tío Alfredo, de tío Eugenio o de tío David y se le comunicaba, si se había matado alguna oveja o cabra y se tenía la piel en casa, era tío Gaspar el de tía Maruja al que se le decía, cuando llegaba la primavera y había que reparar los caminos, acudía todo el mundo, uno de los más puntuales era siempre tío Delfi. En las partes de atrás de las tabernas de tío Santia o de tío Cacharrero tenían campos de calva, y las chuches nos las vendían en la pastelería de tía Bonis, siendo la encargada de despachar Carmen. ¡Aun saboreo los bizcochos de soletilla que siempre tenía tío Emiliano!.
Cuando el tiempo lo permitía, se iba a casa de tío Martín el Sastre o de tía Ignacia la sastra para hacerte un vestido nuevo, el cual se estrenaba en la fiesta que ahora nos ocupa, también teníamos a nuestros vigilantes particulares que no perdían detalle de nuestras andanzas nocturnas, tío Martinillo frente a la iglesia, tía Josefa en la plaza o tía María, siempre valían más por lo que callaban que por lo que hablaban……
Nuestro pueblo, al igual que los de nuestra zona ha sufrido un despoblación a marchas forzadas, y aunque a buen seguro no llegará nuestra queja a quién debe, nos gustaría que las administraciones empezaran a invertir para que la gente joven, el motor de cualquier lugar pudiera quedarse, soñamos con volver a ver la escuela abierta, y las calles rebosantes de vida, ese es nuestro mayor deseo.
Pero hoy queremos resaltar lo que nos ha traído aquí, en agosto de 2009, poníamos en marcha el Grupo de Danzas de Hoyocasero, tras muchos años de silencio, volvíamos a escuchar el sonido de los palos y las canciones de los cuatro monteros o la portuguesiña, los manteos amarillos o rojos salían del fondo de los baúles, pañuelos, jubones, enaguas, ¡todo fuera que se apolilla!.
Gracias a las danzas hemos conseguido conocer la historia de nuestro pueblo, hemos ido de aquí para allá dejando el pabellón bien alto, e incluso nos hemos atrevido a organizar MASCARAVILA. Pero todo esto no hubiera sido posible sin muchas personas. En primer lugar a las chicas y chicos del grupo de danzas, no solo a los que ahora estamos, sino a todos y cada uno de los que habéis estado, a los grupos de hombres de 1940, a las chicas de Doña Gloria, a los que aprendieron junto a Luci y Lucita y como no, a todos los que habéis estado junto a nosotras. Pero también gracias a todos los que en algún momento os hemos ilusionado con nuestras andanzas, a los que cuando recurrimos para montar esos saraos a la antigua como la boda tradicional os apuntáis y estáis deseosos de ayudarnos, a los que cuando vamos a vuestras casas a preguntaros por cómo era la vida de antes, nos hacéis un hueco a las faldillas de vuestras mesas, e incluso a la vieja usanza nos brindáis vuestro café, vuestras pastas o vuestra cena. ¡Qué mejor ejemplo que ese para poner de manifiesto la grandeza de nuestro pueblo!
Por todo ello, y pidiéndoos disculpas por la extensión, os invitamos a gritar todos juntos:
Gracias a las danzas hemos conseguido conocer la historia de nuestro pueblo, hemos ido de aquí para allá dejando el pabellón bien alto, e incluso nos hemos atrevido a organizar MASCARAVILA. Pero todo esto no hubiera sido posible sin muchas personas. En primer lugar a las chicas y chicos del grupo de danzas, no solo a los que ahora estamos, sino a todos y cada uno de los que habéis estado, a los grupos de hombres de 1940, a las chicas de Doña Gloria, a los que aprendieron junto a Luci y Lucita y como no, a todos los que habéis estado junto a nosotras. Pero también gracias a todos los que en algún momento os hemos ilusionado con nuestras andanzas, a los que cuando recurrimos para montar esos saraos a la antigua como la boda tradicional os apuntáis y estáis deseosos de ayudarnos, a los que cuando vamos a vuestras casas a preguntaros por cómo era la vida de antes, nos hacéis un hueco a las faldillas de vuestras mesas, e incluso a la vieja usanza nos brindáis vuestro café, vuestras pastas o vuestra cena. ¡Qué mejor ejemplo que ese para poner de manifiesto la grandeza de nuestro pueblo!
Por todo ello, y pidiéndoos disculpas por la extensión, os invitamos a gritar todos juntos:
¡Viva Hoyocasero y sus gentes!
¡Viva su blanca Paloma!
¡Viva la Virgen de las Angustias!
¡Viva Nuestra Madre y Patrona!
Qué tiempos de trilla con mi abuelo Lucio! Que veranos hemos pasado! Ahora intento trasmitirselo a mis hijas, ese amor por nuestro pueblo. Viva Hoyocasero!
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