martes, 31 de diciembre de 2013

EL AÑO NUEVO



El comienzo de un nuevo año tiene un significado especial para las diferentes culturas del mundo. Es un momento lleno de historia y tradiciones y, aunque la mayoría de nosotros celebramos y nos ponemos unas metas para el Año Nuevo, muy pocas personas conocen lo que hay detrás de las celebraciones y propósitos, y es probable que pocas personas conozcan las distintas maneras en las que se recibe el Año Nuevo en las distintas culturas. 

La celebración del año nuevo se remonta a hace 4000 años, pero no se inició en las culturas occidentales hasta hace sólo 400 años. La fiesta comenzó en la antigua Babilonia (hoy Irak) alrededor del 2000 a.C. Sin embargo, los babilonios comenzaron su año nuevo cerca del final de lo que hoy es marzo, un tiempo lógico para empezar un nuevo año ya que el invierno había terminado, la primavera con su nueva vida comenzaba y los cultivos se plantaban para el año siguiente. 

En el año 153 a.C. el Senado romano decretó que el año nuevo comenzaría el 1 de enero. Hizo este decreto para corregir el calendario, que se había salido de sincronía con el sol. La fecha no tiene ningún significado agrícola o estacional.

En España es tradicional comer doce uvas a medianoche del 31 de diciembre traerá doce meses de felicidad.

La acogida de la celebración del año nuevo:

Si bien el primer de enero no tiene un significado agrícola  o estacional, sí tenía un significado civil. En esa fecha, los recientemente elegidos cónsules romanos asumían sus cargos. Es interesante saber que el mes de enero se llama así por el Dios romano Jano, que tiene dos caras que pueden representar el mirar hacia atrás al año viejo y la otra mirando hacia adelante, hacia el nuevo. 
Os deseamos a todos un Feliz 2014, en el que veáis cumplidos todos vuestros deseos.

sábado, 14 de diciembre de 2013

NUESTRAS COSTUMBRES: LA MATANZA

"La matanza del cerdo es un procedimiento habitual de sacrificio de uno o varios cerdos con el objeto de aprovechar su carne y a menudo para proporcionar embutidos durante un año para la alimentación de una familia.

La matanza es una costumbre popular existente en diversos países europeos, generalizada desde tiempos remotos y realizada de forma artesanal, con diversas peculiaridades en función del lugar en que se celebra. Se efectúa una vez al año, generalmente coincidiendo con los meses más fríos del invierno. Suele tener un lado festivo y de celebración, además del económico".


En esta entrada Juani se ha encargado de recuperar para todos una costumbre que era tan habitual, y como ella bien dice, cuando llegaba el tiempo de la matanza, era todo una fiesta en cada casa, allí se reunían tíos, primos, vecinos...

Con la llegada del frío, ya empezaba el pueblo a oler a matanza, no había una calle en la que no hubiese un cerdo o más al que le había llegado su San Martín.
La matanza conllevaba consigo días de trajín en las casas, antes había que preparar las artesas, los cestos, calabazas, cuerdas para atar y coser tripas y la máquina a la que había que “aguzar” o afilar las cribas para picar bien la carne, todo tenía que estar en punto.

Los cerdos eran comprados durante los meses de enero y febrero, se engordaban durante el resto del año a base de trigo, cebada, centeno, forraje de los huertos, desperdicios, patatas, remolachas, las cuales se cocían en el caldero a la lumbre, ¡eran épocas en las que no se tiraba nada"!.

Hubo un tiempo en que los paseaba “EL PORQUERO” persona del pueblo que se encargaba de cuidarlos y sacarlos al campo. El porquero los cuidaba a cambio de una cuartilla y algún celemín de trigo o centeno por cerdo a su cuidado, todo ello dependía de lo que se ajustara en la subasta pública.

Llegado el día del sacrificio, hay estaban los hombres listos para la faena. Para las mañanas frías nada mejor que una copilla de aguardiente o coñac que había que entrar en calor y armarse de valor, la tarea no es fácil.


En el momento de dar muerte al cochino, se recogía la sangre, que después de cocida servía para hacer morcilla o chanfaina. A continuación lo “socarraban” (quemaban), con las llamas de los piornos, y luego a lavar bien con agua caliente y rasparlos bien con con piedras o tejas hasta que la piel (corteza) del cerdo quedaba bien blanquita. ¡Que trajín!, "¡traer mas agua!,¡atiza ese caldero que este bien caliente!", esto era habitual escuchar decir a los hombres que estaban en plena faena. Una vez bien limpios, y sin los cascos de las pezuñas, los hombres (siempre había uno que hacía los honores por su manejo del cuchillo), los marranos eran abiertos en canal y despojados de las tripas o mondongo, que descansaban en un artesas de las más pequeñas, aquí empezaba una de las labores encomendadas a las mujeres, deshacer el menudo con maña y cuidado para que no se rompa y así sacar los entresijos que luego serán los chicharrones y tras llenar los cestos, las mujeres los cargaban habilmente sobre sus caderas y a ¡lavar las tripas al arroyo!, unas al Prahorno, otras a las Herrenes, a la Chorrera…..y ¡que frío!.

Había años que tenían que romper los hielos para poder lavarlas. Allí todo se limpia bien y a conciencia que todo vale el “ciego” para embuchar lomos, la zambomba para las cabeceras,  la que no valía, se utilizaba para fabricar el instrumento que lleva su nombre para la muchachería de la casa (luego había que cantar el aguinaldo), las tripas para embutir el chorizo butago, morcilla el trabajo no era poco.

Cuando las mujeres terminaban ¡que dolor de uñas!, cogían otra vez de la misma forma el cesto y  a casa alegres pensando en el chocolate caliente que les esperaba.....

En este punto, ya estaban los cerdos colgados, las tripas listas con su ajo machado, vinagre, sal..., los entresijos estirados al igual que las mantecas, solo queda esperar que la carne se oreara y preparar la muestra para el señor veterinario que una vez daba el visto bueno, y tras el reposo necesario, hacía que se iniciara el siguiente paso, deshacer los cerdos, los hombres cuchillo en mano, las mujeres cerca para ir escogiendo la carne cada cosa a su artesa, los mantos para el chorizo y alguna que otra paleta, el gordo junto con la calabaza para las morcillas, para el butago lo ensangrentado junto con los bofes ,el “mondejo”(una vez cocidos) los tocinos para salarlos y conservarlos, que el año es largo. Las costillas ántimas, lomos etc..para el adobo.

Los jamones para salarlos y curarlos al humo de las chimeneas y al frío de las noches, hay que decir que el clima de nuestro pueblo para esto es ideal.


Menudo día era un no parar, todo el mundo era necesario, mientras unos deshacían los cerdos, otros iban cosiendo y atando tripas siempre alrededor de la lumbre, has el encargado de asar la moraga para el almuerzo era necesario, o el que tenía que estar pendiente del caldero, eran momentos de unión.

Una vez escogida la carne se picaba con la maquina (antiguamente se hacia con tijeras), después se ponía en la artesa para guisarlo y sobarlo, dejándolo reposar toda la noche.A la mañana siguiente se cogía un poco de cada artesa para probar el guiso, por si necesitaba sal o pimentón, y ya de paso almorzar con las salchichas. Mientras se preparaba la maquina con el embudo apropiado, se escurrían tripas, se preparaban cestos, platos y las picas (agujas gordas para pinchar las tripas).

Después de esto, al tajo, uno a la manivela de la maquina ¡menudo invento! pensarían los que embuchaban la carne con un cuerno preparado para tal fin, otro a meter la tripa y pinchar con la pica, otro atando y atajando por si no quedaban bien apretados, y al cesto, así una artesa tras otra, chorizo, butago, morcillas gordas y de puchero....

Y después de esto, tocaba preparar agua, pimentón, sal, orégano, ajo, para meter en adobo lomos costillas etc.., donde estaban aproximadamente ocho días. Pasado ese tiempo los lomos se embuchaban y colgaban esperando a curarse. Que largo se hacía, cuando pedías un trocito para merendar y decía la abuela, “hija eso es para mayo largo”, te quedabas mirándola y te preguntabas ¿ quién será ese buen señor?, así que nada te preparaba unos obispillos y a correr . Con el tiempo te das cuenta que ese señor no era otro que segadores, pastores, esquiladores a los que había que dar de comer para los duros meses de trabajo.

Mientras se hacía todo esto, otros preparaban las mantecas para derretirlas al fuego en un caldero, el cual era de uso exclusivo para estos menesteres, cuando estaba en su punto se freían en ella los chicharrones. La manteca se guardaba para los guisos y para los mantecados que se hacían en carnaval.

Esa noche con la manteca reciente se hacían para cenar unas migas con pan, vino y azúcar, que ricas estaban.

Desde el primer día de la matanza hasta el último y a pesar de todo el trabajo era una fiesta, pero esa noche era especial con la casa llena de víveres para otro año más después de cenar las migas, solía hacerse una buena sobremesa sin prisas a pesar del cansancio y ajetreo de esos días, un buen fuego en la chimenea y la familia reunida alguien decía ¡muchachas que hay que bailar las morcillas! Pues venga, el abuelo para el rincón con el puchero del vino en una mano y las tenazas en la otra para hacer la música dando en los morillos y la abuela y los demás a cantar y a bailar y allí nos tenían hasta que no podíamos más.

Era fiesta por que en otros tiempos proveer a la familia de alimento durante un año era motivo de alegría y jubilo.

lunes, 2 de diciembre de 2013

UNA MARCA GRABADA A FUEGO




El marcar al ganado ha tenido, en el mundo preindustrial, varios motivos. El primero, quizás, es el de testimoniar la propiedad del animal mediante una huella que no se pueda borrar. Con ello se reducía la posibilidad de robo del mismo, si bien no se eliminaba totalmente, ya que podía ser sustraído para consumir su carne. Por otro lado, la necesidad de separar con facilidad los ejemplares propios de un rebaño compuesto por animales de varios propietarios (pensemos en los de ovejas trashumantes) era fundamental.


Las marcas del ganado se han hecho con fuego –sobre la piel, las pezuñas o las astas– con hierros de distinto tamaño. También el recurso a los cortes, sobre todo en las orejas, ha sido y sigue siendo una constante. Las señales con almagre o con pez también han estado muy extendidas a pesar de los contratiempos que tenían las segundas para la lana. A todos ellos se han ido añadiendo últimamente la colocación de apliques de cuero, metal, madera o plástico (A. Sánchez Belda, 1981: 95-189). 
En cuanto a la antigüedad de este tipo de prácticas basta remitir a la iconografía de caballos –en los Beatos hispanos, de época medieval– con marcas dibujadas en las ancas o, como recuerda Sánchez Belda –-p. 95–, a la legislación sobre la obligatoriedad de marcar, herrar y señalar al ganado en época de los Reyes Católicos, dictada concretamente en 1499.


El pasado 26 de octubre, el Grupo de Coros y Danzas de Hoyocasero, acudíamos en compañía del Grupo Resiste hasta San Martín del Pimpollar, lugar donde se había organizado un herradero tradicional, donde 50 cabezas de ganado, fueron marcadas al estilo tradicional. A nuestra llegada un nutrido grupo de personas disfrutaban del espectáculo, unos con la mirada puesta en los becerros como el que lo ha visto cientos de veces, otros con la curiosidad propia de la primera vez....

A nuestra llegada, ya llevaban bien avanzado el marcaje de los animales, allí en la improvisada plaza, fabricada con los tractores de los propios ganaderos, se agrupaban un buen número de vaqueros, y el rebaño de reses, las cuales se agolpaban a la espera de lo que les estaba por llegar.

"Hay que agarrarse con fuerza a la cabeza de la becerra y girarla mientras alguien le tira del rabo en la misma dirección y nos echamos encima de ella, la sujetamos bien, la amarramos las patas y entonces ya la marcamos con el hierro incandescente, en un sitio con la letra de la ganadería a la que pertenece y en la nalga con el número del año de nacimiento».


Así explicaba el ganadero Mario Chamorro, de Hoyos del Espino, la técnica utilizada este sábado en la fiesta del herradero tradicional celebrada en Gredos, en San Martín del Pimpollar, la misma práctica que se ha utilizado durante siglos para marcar al ganado y que aún se sigue haciendo en contadas ocasiones, aunque lo normal sea hacerlo ya en el potro, sin tirar al animal al suelo. Estas declaraciones, están recogidas en el Diario de Ávila del 27 de octubre.

 A nuestro grupo le tocaba cerrar esta fiesta organizada por la Comunidad de Muncipios Gredos Norte y el Ayuntamiento de San Martín del Pimpollar, junto al Grupo Dulzinas Resiste, así que tras dar cuenta de la suculenta comida servida en el lugar, nos dirigimos hasta el Ayuntamiento del municipio a vestirnos, con nuestros manteos pajizos, jubones, enaguas, medias, pañuelos, mandiles y zapatillas, y junto al elemento más imprescindible en nuestro grupo "los palos".






Y así se daba por concluido este día de fiesta, con la actuación del paloteo del Grupo de Coros y Danzas de Hoyocasero, donde para finalizar pudimos bailar junto a los lugareños una buena jota castellana que puso el colofón a un espléndido día donde nuestras tradiciones más arraigadas fueron recuperadas para todo el que quiso acercarse al lugar.