miércoles, 4 de noviembre de 2015

LOS OFICIOS EN HOYOCASERO: " EL SASTRE"


Hasta la primera mitad del siglo pasado, la actividad de los artesanos estaba regulada por los gremios que, bajo la advocación de un Santo Patrón, agrupaban a todos los que desempeñaban un mismo oficio. Los primeros aparecen en el Siglo XIII y tuvieron una importante actividad hasta la desaparición de este tipo de asociación.Los gremios tenían una doble función, por un lado regulaban el acceso y el ejercicio de la profesión de forma que para desempeñar un oficio artesanal, los candidatos debían superar las diferentes etapas de aprendizaje establecidas y así obtener el título de maestro tras superar un riguroso examen. Esto les permitía inscribirse en el "Registro" correspondiente e instalarse en un local, donde fabricar y vender sus productos. 

Antiguamente el comercio de ropa confeccionada era inexistente, y sólo llegaban a Hoyocasero las telas, a las cuales daba forma los sastres y sastras o las modistas que confeccionaban las vestimentas de cada individuo. De ahí la importancia de este oficio.

Pero a falta de más datos históricos, hemos compartido velada con Martín Martín González, conocido como "el Sastre" y que aún a día de hoy sigue realizando algún trabajillo que otro, sin llegar a jubilarse nunca de su profesión.

Martín Martín González, nacía en Hoyocasero el 25 de agosto de 1931, a sus 83 años tiene una vitalidad tremenda al igual que una cabeza privilegiada y que con toda seguridad nos va a ayudar en no pocas ocasiones en nuestro blog.

Además de Sastre, tío Martín ejerció de cartero durante muchos años en el pueblo.El oficio de sastre, lo aprendió de Jesús López Bravo, que era sastre en Navarredonda, allá a principios de los años 50.

Los datos que nos aporta tío Martín, son importantes para entender la situación que jugaba Hoyocasero en la comarca, puesto según el recuerda, en los años 50 en Hoyocasero realizaban trabajo de sastre además de él, Alberto el del café, tía Ignacia, tía Audona, tía Bienvenida, tía Carmen la de tío Fidel y tío Ángel (marido de tía Hiltrudes). Cada uno tenía su ruta establecida por los de pueblos colindantes, de tal manera que ninguno se hacía la competencia.

Tía Ignacia y Alberto hacía Navarrevisca y Serranillos, hasta que el segundo se fue a San Martín de Valdeiglesias, mientras que tío Martín llevaba Navalosa, Navalacruz, Navaquesera, Navatalgordo, San Martín del Pimpollar, Navalsauz, Hoyouelos y Navadijos. Como él mismo recuerda con nostalgia "Hoyocasero era un centro de sastres". Los puntos donde estaban los sastres eran Navarredonda, Hoyocasero y Burgohondo.

Todas las rutas que hacían eran andando, en algunas ocasiones ayudados por un burro y con suerte cuando compartía ruta con tío Gaspar "el pielero", aprovechaba su "bestia" (caballo) para portear los pantalones y chaquetas que él repartía y traer las pieles de los animales a la vuelta, ¡eso era todo un lujo!

Retomando su actividad en la época de los 50, comenta que los primeros trabajos que él empezó a realizar eran chaquetas de grill, una chaqueta echa del forro (las blusas que utilizaba la gente mayor). En estos momentos tío Martín hace un inciso en su relato al recordar una divertida anécdota de tío cazuela: "él se llamaba tío Francisco (tío Kiko) y ella tía Francisca (tía Kika), pero todo el mundo los conocía por el diminutivo o por el apodo. Él era un hombre muy guasón y un día que su mujer le dijo: Kiko te voy a hacer una blusa para un día, el marido contestó tan gracioso: "mira Kika para un día no te molestes, porque para un día me estoy en la cama".

La llegada de la pana de primera calidad, empezaron a confeccionar pantalones y chalecos de pana, el género era comprado a los "charlatanes" que iban al pueblo a vender y que solían regalar un traje por la compra que hacían, este sastre experimentado comenta entre risas "no se lo debíamos haber cogido de la mala calidad que era, nos quitaba la honra a los que trabajabamos en esto, fijaros si era malo que venía deshilachado", pero también reconoce que como el refrán dice "a caballo regalado no se le mira el diente".

La pana buena era la sublime y la dora, que eran la de cordón fino, luego vinieron de colores que eran sintética (hablamos de los años 70). "Con la llegada del tergal de 1ª, habré hecho miles de pantalones". Que compraba en Ávila o a los comerciantes del pueblo y que cogía los catálogos y los iba llevando por los pueblos y se los enseñaba a los clientes. Ya en aquella época también bajaba del puerto el pico para abajo apoyándose en los viajes que hacía Domi para su reparto de las pastas.
En aquella época cuando la ropa de los hijos se la podían poner los padres, resulta que los padres estrenaban más bien poco. Cuando empezamos a coser, no había luz por lo que para poder entregar los trabajos yo me pegaba horas y horas con una linterna en la boca para poder, cortar, coser y, planchar. Los de Serranillos nos traían carbón de brazo y primero mi madre luego la tuya a soplar la plancha constantemente. Cuando llegó la luz (yo ya llevaba 30 años cosiendo sin luz). Antes nos alumbrabamos con una vela, un candil de aceite o de carburo para poder trabajar.

Había días que incluso cosían durante 20 horas. "Había clientes en muchos pueblos que me hacían los encargos cuando los muchachos ya no tenían casi pantalones y te llamaban para el día de la fiesta".


Entonces con él llegaron a trabajar cuatro o cinco personas (mi madre entre otras, Isabel, Petri, Pili, Maruja, tía Dominica y tía Kika la de tío Claudio). El transporte era siempre a la espalda, y el reparto se realizaba siempre andando. En algunos casos si subía Gaspar, él me llevaba los pantalones a la ida y a la vuelta volvían con las pieles. Hicieron tan buen tanden que incluso compraron un "boto" para el camino.
Pero también recuerda lo bien que se portaba la gente de los pueblos, y la cantidad de veces que se paraban a comerse un cacho de pan. También recuerda lo que le llevaba hacer el recorrido, cuando iba a Navadijos solía llevarse la burra de su cuñao, de Hoyocasero a San Martín tardaba dos horas, de San Martín a Hoyuelos otra hora más y otra a Navadijos y volver a Hoyocasero otras tres horas más, total siete horas. Llevaba los pantalones y volvía con la tela que algunos habían comprado para hacérselo.

Cuando él empezó la echura de un pantalón costaba 18 pesetas. De lo cual pagaba 3,50 a las oficialas que tenía a su cargo, pero también había que pagar el carbón, el carburo y el hilo claro....

En aquella época él los encargos se los hacía a los comerciantes del pueblo, siempre se ayudaron y él iba pagando la pieza poco a poco, de esta manera todos podían vivir. Cuando más se solía trabajar era en las fiestas, porque era cuando la gente podía estrenar.

Posteriormente también hizo los disfraces que había en el pueblo (Domi y Florentino vestidos de toreros)

Pero tío Martín destaca por sus múltiples facetas, se le da bien las manualidades y en la pared de su taller tiene colgadas todas las manualidades que ha hecho, pero como el bien dice, en el pueblo cuando había que ir a pinos se iba, o a esquilar, o al huerto y luego de postre había que coser.

Gracias a tío Martín y tía Felisa por su tiempo y su disposición, además de aprender, hemos disfrutado de sus recuerdos, ¡hasta la próxima!.


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