jueves, 25 de julio de 2013

LOS OFICIOS. "DE PROFESIÓN SACRISTÁN"

DE PROFESIÓN: “SACRISTÁN”:

Este oficio, hoy en día desaparecido, era ejercido por una familia, hoy Tía Susana, nos ayuda a conocer como era todo lo que tenían que desarrollar. El Sacristán era su padre, tío Benigno, pero toda la familia se involucraba en esta tarea. Por la mañana, al alba tenían que tocar las oraciones, nos comenta que a todas les tocaba algo, pero siempre las “muchachas” eran las que tenían que ir. Tocaban a primera hora de la mañana, al mediodía, y al anochecer, para poder ver (entonces no había ventanas en la iglesia), se ayudaban de la vela del Santísimo, a la que tenían que echar el aceite para que no se apagara. Recuerda que en una época en la que el cura también tenía que atender Navalosa, ellas tenían que estar pendientes en "Las Laruelas", para cuando vieran venir al cura, tocar a misa.

En aquella época en la que los sueldos eran escasos, el sacristán tenía un pequeño sueldo, le correspondía una parte de lo que se sacara (las ganancias se dividían en tres, una parte para el cura, otra para la Iglesia y la otra parte para el Sacristán).

Tía Susana, que a pesar de sus 89 años, conserva una memoria maravillosa, se acuerda de cuando tenían que ir a limpiar la iglesia, y tapar todos los Santos, todos se tapaban con unos paños rojos, incluso quedaba totalmente tapado el altar mayor que se tapaba con un gran paño granate que tenían que subir con unas poleas.



El Miserere, se cantaba por el Sacristán, y tenían que estar pendientes para destaparlo. El Viernes de Dolores se cantaba en la Capilla de la Virgen de las Angustias y también se le iba destapando. Todo lo que estaba relacionado con la Iglesia, la limpieza, y tener preparada la pila del bautismo y cuando había algún entierro que no faltara de nada. Si venía alguna autoridad eclesiástica tenía que tener todo preparado al punto.

Evoca con dolor y muy emocionada, que su padre tuvo una discusión con el párroco, D. José Albella, y le dio de baja de la Cofradía de la Vera Cruz y poco después falleció. No saliendo la Vera Cruz a su entierro, si bien el Cura, sintiéndose culpable, trajo otros dos curas para su entierro y su madre compro velas para todo el pueblo.


Nuestra relatora alude que a la llegada de D. Emiliano y D. Pedro, ambos curas y hermanos, el último enfermo del estómago, y que siempre iban juntos fueron los que se encargaron de abrir las ventanas de la iglesia.

Cuando la preguntamos por alguna anécdota, y cuando echa mano a sus recuerdos, no puede por menos que sonreír, recuerda cuando acudía junto a sus hermanas, Iltrudis, María y Felisa a realizar las tareas encomendadas a la iglesia, esta última que era más alta vio que había algo en uno de los bancos del altar mayor, y mandó a su hermana María a encender la vela del Sagrario,  y esta que era más bajita se topo con él  de lleno, pensando que era un hombre que estaba tirado encima del banco, pero al final resultó ser un Santo….


Su padre, entró en el oficio de Sacristán siendo soltero,  pero además también era peluquero y representante del Banco San Román y llevaba muchos pueblos a los que iba en un caballito y una pistola, puesto que siempre iba comprometido. Era un hombre que trabajaba de forma incansable. También se encargaban de dar cuerda al reloj de la plaza. Tenían un poco de todo, y a pesar de morirse su padre ellos se quedaron con todos los cometidos que tenían.

Se emociona mucho al rememorar a su padre y como su cuñado le dio un gran consejo, que fue lo que le empujo a que al final se casara con su marido “Tío Lesmes”, ella lo veía bajito, pero las palabras de aliento de Amalio, que le trajo a la memoria a su padre, y consiguió que diera el paso definitivo:“Tú te acuerdas de tú Padre, le veías bajito…, se casó con una buena moza y el día que murió era el número uno, porque con los buenos mozos no se come”…

Se casaron tras ocho años de noviazgo, en el año 1954. Como se llevaba entonces iba de negro. La pobre recuerda que tras morirse su padre y con siete años ya la vistieron de negro. Tomó la primera comunión también con un vestido negro, y para colmo se tuvo que casar también de negro. Como era costumbre antes, hicieron el pedimento y la cena del pedimento.


Claro como no, también llamaron a la gente del pueblo para que viera la cama de la novia y el ajuar. Y claro llegado el momento, se celebraron las vísperas, con la ronda y el convite  la boda, como dice tía Susana con sus padrinos y todo y luego la boda.


Por hoy dejamos a tía Susana, la cual nos despide con una sonrisa, ya volveremos para que nos siga contando y compartiendo sus recuerdos con todos nosotros.



jueves, 4 de julio de 2013

EL CAFÉ DE TIO EMILIANO, PUNTO DE ENCUENTRO EN HOYOCASERO.

 
En este lugar surgieron muchas parejas, que aún hoy, recuerdan con nostalgia y cariño este lugar.
 
Rara ha sido la ocasión que, hablando con algún lugareño de Hoyocasero, no haya salido a relucir el "Café de Tío Emiliano" en la conversación..., esto nos ha llevado a pensar que, sería interesante acercar este emblemático lugar a todos los que hemos oído hablar de él y también para los que no.


En este caso, la persona encargada de trasladarnos en el tiempo hasta la apertura del "Café", ha sido Niceto Blázquez, hijo de este empresario local, que recuerda perfectamente la época, y al que agradecemos enormemente, el cariño con el que me recibió en "su casa", nada más y nada menos que la residencia que los Dominicos tienen en Madrid, muy cerca del Corte Inglés de San Chinarro, y más teniendo en cuenta que aún está convaleciente de su reciente operación.
 
Niceto nos traslada hasta la época posterior de la guerra, entonces su padre, tío Emiliano era el secretario de la hermandad de agricultores y ganaderos de la localidad, además de ser también, el corresponsal del subsidio que se daba a las familias de la localidad que tuvieran más de dos hijos y que se recibía de forma mensual.


En esa época, el Gobernador de Ávila era D. Fernando Herrero Tejedor, quién llegó a ser un gran amigo personal de tío Emiliano y con el que tenía grandes discusiones para lograr los mayores beneficios para todos los habitantes de Hoyocasero, así se encargaba de ir a recoger el dinero a la capital, viajando con una carpeta donde anotaba todas las cuentas. Niceto recuerda con cariño una anécdota, que ocurrió la última vez que su padre fue a por los subsidios para la gente de la localidad, ¡le faltaba un duro!, no hacía más que repetir "esto no me había pasado nunca", finalmente, y tras buscar en el lugar adecuado halló el duro en el chaleco.
 
 
Según nos va desgranando sus vivencias del pasado, Niceto recuerda, que los ganaderos querían dejarle siempre  una propina a su padre, la cual nunca quiso aceptar.


Hablando, hablado, al final llegamos a cuando su padre compró los terrenos a un personaje adinerado de la localidad llamado Florencio, pero conocido por "tío Bilbo", el cual se lo dejó a muy buen precio por un favor personal que su padre previamente le había hecho. Una parte importante de la finca era el espacio habilitado para frontón de pelota. Niceto recuerda algunas anécdotas pintorescas que tenían lugar en el frontón. En ocasiones el cura de Navalacruz, que era muy joven y bajito de estatura por lo que le llamaban “D. Pedrillo” y que era un gran jugador de pelota a mano, se desplazaba a Hoyocasero para jugar  con los mozos, entre los cuales se encontraban algunos muchachos jóvenes de la Guardia Civil. El cura jugaba con la sotana remangada y los guardias civiles con el uniforme puesto y mirando constantemente a la cuesta del majano por si asomaba algún coche de inspección y los pillaban allí jugando a la pelota en lugar de estar en el cuartel esperando órdenes de sus superiores. En ocasiones Niceto jugaba en el frontón con uno de los guardias y no entendía por qué, en lugar de tener una mano casi siempre puesta en la pistola mientras pegaba la pelota con la otra, no se liberaba del arma mientras jugaba. Una vez dejó la pistola para jugar con él pero no sin miedo a que llegara alguna inspección y le pillara desarmado fuera del cuartel.
 

 

A partir de aquí recuerda que él en cuanto podía se escapaba del café para no trabajar e irse a jugar con los muchachos. Tras una buena carcajada recuerda que él era el encargado de dar al manubrio para que sonara la pieza, y que si la pareja que se lo pedía le caía bien se la ponía y les miraba mientras bailaba. Por el contrario, como no le cayera muy bien, les tocaba aguantarse porque tardaba en ponerla.

En este lugar, único punto de diversión de los jóvenes del pueblo, se reunían para bailar los mozos y mozas y aquí surgió el amor en muchas ocasiones entre los mancebos, el cual acabó en matrimonio. Estas parejas perduran hasta el día de hoy. También acudían los más jovenzuelos y jovenzuelas, a los que tío Emiliano, cuando el café estaba lleno echaba diciendo: "haber este ganaillo...:"


Después de la guerra, el café estuvo arrendado a tío Ricardo y después lo volvió a coger su padre hasta que cerró.

A la pregunta ¿cuántas parejas de novios salieron del Café?, nos responde: “no sé pero tengo la impresión de que  casi todas”. Recuerda también que por aquella época de su niñez  había  en Hoyocasero chicas guapísimas, de las cuales unas han fallecido ya y otras se encuentran en edad avanzada.